La gran China comunista cumple 70 años.

Gracias a la tecnología puede verse el despliegue del gobierno para la celebración. Con una simple exhibición dará a entender por qué es el segundo presupuesto en armas del mundo y el mejor gobierno en cuanto al control social. Mientras tanto, circula por la web el video de un policía disparando con un arma de fuego, y a pocos pasos de distancia, a un joven manifestante en las calles de Hong Kong. La bala dió en el pecho, casi al mismo tiempo que el presidente chino, vestido con su traje “Mao” clásico, dijera en parte de su discurso que “mantendrá la estabilidad y la prosperidad duraderas de Hong Kong y Macao”. Casi como en una parodia del clásico 1984, una carroza desfilaba con un eslogan que decía algo así como “El futuro de Hong Kong será mejor”.

Hong Kong abandonará la autonomía que le permite el acuerdo de “un país, dos sistemas” en 2047, cuando vence el plazo de 50 años firmado entre Inglaterra y China. Este acuerdo reconoce que China es un solo país, controlado por el régimen de la República Popular China, pero acepta que, dentro de ese Estado chino, coexistan sistemas económicos y políticos diferentes en algunas regiones, inclusive manteniendo el capitalismo y una democracia controlada por el gobierno chino. Ese es el principal problema que enfrenta la región. Hoy Hong Kong tiene un sistema mucho más democrático y con mayores libertades civiles comparado con el gobierno de China. La región es uno de los centros turísticos, industriales, financieros y comerciales más importantes del mundo, por lo tanto los actores que disputan su control, por momentos pueden reducirse a capitalistas o comunistas. Pero las cosas no son tan simples como podrían haber sido en la época de la guerra fría. El temor a mayor control social, la lucha por la independencia o la búsqueda de la “liberación nacional” por izquierda y derecha se juntan en la calle con estudiantes que luchan por reformas.

El detonante fue un proyecto de ley que permitiría extraditar personas desde Hong Kong a China, donde la justicia es dominada por el PC, y no ofrece ni siquiera las garantías de una democracia. Para muchos, esta medida era una forma de que China vaya controlando cada día más a la población y persiguiera aún más a disidentes políticos. El proyecto de extradición que presentó el gobierno de Hong Kong con el visto bueno de china, tendría como excusa el asesinato un año antes de una joven embarazada en manos de su pareja, ambos residentes en Hong Kong pero el hecho ocurrido en Taiwán, que no tiene convenio de extradición (además, incluiría delitos fiscales y no permitiría temas políticos). Rápidamente gran parte de la población vió que la ley no sería usada solo para este caso sino que abriría una puerta más a la injerencia china y salió a la calle, en una demostración tan grande que Taiwán (quien disputa su independencia con el gobierno Chino) retiró los pedidos de extradición dando la razón a los manifestantes. Luego de manifestaciones multitudinarias, el gobierno de Hong Kong suspendió el proyecto, pero ya era tarde. Los reclamos van creciendo y ahora se pide la renuncia de la gobernadora, la liberación de los/as detenidos/as y el cierre de causas por las protestas entre otras reivindicaciones.

Las protestas llevan meses y son de lo más variopintas. Desde manifestaciones masivas, pasando por “abrazos a la ciudad” (recordando la acción realizada 30 años antes por habitantes de Lituania Estonia y Letonia en rechazo a la ocupación Soviética), hasta la ocupación violenta del parlamento y enfrentamientos con la policía o Triadas, carneros/ rompehuelgas/parapoliciales, enviados por las mafias locales.

Resulta difícil saber hacia dónde derivará la situación. Mucho más al ser una cultura tan distinta y lejana, pero algunas cosas parecen ser propias del ser humano sin importar el lugar donde se encuentre.

Por más que el gobierno tiene toda la tecnología para reprimir las protestas, hasta ahora no lo ha logrado. Si controla las llamadas redes sociales en internet, los activistas usan otras herramientas para coordinarse. Desde Pokemon Go, el boca a boca, hasta las clásicas esquelas pasadas de mano en mano. Las cámaras y la puntería de los policías son minimizadas con la ayuda de punteros láser o los ya famosos paraguas, y pequeños grupos se encargan de rápidamente anular los gases lacrimógenos con elementos simples. Las barricadas y molotov están a la orden del día para atacar y asegurar la autodefensa. Si la policía asume prioridades a la hora de proteger ciertos lugares, los manifestantes buscan otros, haciendo más difícil la represión. La solidaridad en estos momentos confirma que seguimos siendo una posibilidad, y para eso solo falta ver a los más viejos intentando proteger a los jóvenes parándose frente a la policía, las personas que ayudan a los manifestantes a escapar (desde aportar monedas hasta liberar molinetes en el transporte público) o los choferes de Uber que apagan los GPS para no dejar los datos de los viajes. Ante la prohibición de taparse la cara, la respuesta es multiplicar las capuchas y aumentar la violencia, como así también, los/as estudiantes saliendo con más empuje a la calle cuando el gobierno decide entrar a las escuelas a detener manifestantes.

Quedará para otro momento el análisis de la geopolítica. Seguro que las grandes potencias están jugando su juego, pero casi no hay lugar en el mundo donde no lo hagan. La óptica también dependerá de si el análisis lo hace alguien que prefiera el imperialismo norteamericano o el chino. O podría pasar que todo esto termine en un acuerdo para mantener un tiempo más la democracia. Pero la experiencia queda. Seguramente algunos de los manifestantes habrá estado en las famosas protestas en Tiananmen en el 89, y varios deben venir con la experiencia de la “Revolución de los Paraguas” de 2014. Quizás sea más importante analizar cómo se siguen dando la solidaridad y la acción directa, sea en Hong Kong, Irak, o Ecuador. Siempre hay cosas para aprender, y siempre es gratificante “ver que el toro se encuentra con que el ternero se agranda”.