No es novedad, al menos para quien sigue los vaivenes de la política, que antes de las elecciones, ya sean presidenciales o de medio término, comience un bombardeo por momentos insoportable de consignas, que, a esta altura, ya sabemos vacías de ante mano. Desde hace algunos años a esta parte, con la irrupción en escena de ‘las coaliciones’, principalmente desde La Alianza a fines de los noventa, somos sometidos no solo a peleas entre supuestos adversarios políticos, sino que ganan protagonismo, las peleas intestinas dentro de las mismas coaliciones.

Este hecho, logra, entre otras cosas (inestabilidad, desconfianza… la cosa sana que genera la política), que la exposición mediática y el tiempo que se le dedique a estas idas y vueltas internas, se sume al que la clase política, la casta, ya le dedica a la cuestión electoral. Y cuando hablamos de tiempo, obviamente hablamos de guita puesta en la maquinaria proselitista y no donde, en la misma campaña, dicen que la van a poner.

Si bien el nivel de discusión pública y política en esta región ha entrado en una pendiente cuesta abajo desde hace tiempo, han logrado, los actores actuales y sus berretines, llevarlo a un subsuelo fangoso donde, se nota, lo único importante es ganar.

Ya no se discute política en general, o medidas concretas para tal o cual cosa, aunque sabemos que tampoco es la panacea a los problemas cotidianos ni a largo plazo; tampoco discuten políticas de estado, que es lo que le daría continuidad a medidas que trasciendan a tal o cual gobierno, llamándonos a cuestionar que tanto defienden su propio sistema.

Ni hablar de lo ideológico: nadie es de derecha, pero todos la miran con cariño, siempre y cuando sume votos; hay peronistas, radicales, del pro, socialdemócratas, liberales, libertarianos y hasta acá, todos tienen la solución, casi ninguno dice cómo lo haría, pero todos, sin excepción, ajustan.

Lo único que se discute, lo único que es propio de la res pública, es la discusión de cargos y el como acomodarse para no quedar fuera de la repartija… cualquier repartija. Se pelea el municipio, la provincia, la ciudad, la nación, toda posibilidad de sumar un carguito es motivo de embates públicos contra el “enemigo”, que ciegos en el afán de acomodarse, ya no distinguen propios de ajenos.

En un bando dentro del oficialismo hablan que cuando gobiernen, que la gente y que el fondo olvidando que no solo son parte del rejunte gobernante, sino que incluso actúan como garantes del rumbo seguido, aunque La Jefa despotrique en público. Que Máximo, el heredero, se rebele en una sesión y haga de cuenta que no quiere votar el acuerdo con el FMI, fue solo un gesto para la tribuna sabiendo que el resto del espacio lo votó, y junto con eso, las demás medidas de ajuste. ¿O acaso Sergio ‘Ventajita’ Massa está tomando medidas heterodoxas, disruptivas y revolucionarias? ¿Y quién ungió de poder en principio a Alberto Fernández y luego a Massa? Parece que hacerse los distraídos es la estrategia a seguir para no desaparecer en 2023; o hacerse la víctima judicial; o también, si el público lo pide, hablarle de gendarmes en el conurbano… todo muy progre por acá.

De la vereda de enfrente no es que se vislumbran grandes ideas: ¿crece Milei en las encuestas por las estupideces que dice? Perfecto, se le copia el discurso y si no alcanza, se lo invita, como ya ha deslizado algún candidato… sí, claro, Pato, que con eso sacudió nuevamente una grieta interna entre halcones y palomas o chanchos y asnos (que nos perdonen los animalitos que nada tienen que ver) o gente de bien y zurdos de mierda, macristas y larretistas, y comienzan con el supuesto límite moral o ideológico (no sabemos bien) como ese que rezaba la señora Carrió, con ‘mi límite es Macri’, pero que no dudó un segundo en aliarse para ganar las elecciones y convertirse, según ella misma, en garante moral de la coalición. Por suerte, estuvimos a salvo.

Lo único bueno es que los duros de la oposición están comenzando a decir las cosas como realmente las harían, es decir, ajustar, pero más rápido, achicar el estado de un plumazo, recortar las jubilaciones y subir la edad jubilatoria, quitar indemnizaciones en los despidos, y muchas más ideas modernas (que nada le debe envidiar el actual gobierno), cosa que en cualquier momento de la historia sería plenamente desaconsejado por cualquier asesor. Lo malo, es que hay mucha gente enojada dispuesta a votar por eso, aunque se lo digan en la cara, solo para que se vayan los que venían a solucionar todo y solo profundizaron los problemas en nombre de una pseudo izquierda que no son.

¿Por qué pasa esto? ¿Pasa solo en esta región? Es para reflexionar que, en el mismo tiempo histórico, en diferentes regiones del mundo, se den características parecidas en los personajes que ascienden al poder y en las ideas que promulgan. Obviamente no tenemos respuestas certeras a esto, pero si podemos pensar que seguro tiene que ver con los conflictos generados por la tendencia globalizadora del capital, empujando una disconformidad social general ante la falta de respuesta a sus demandas (falta de empleo, de oportunidades, de acceso a salud, educación), resurgiendo nacionalismos cada vez mas extremos que comienzan a llegar a lugares de decisión importantes. Lo que si sabemos cabalmente, y no es un descubrimiento nuestro, es que el capitalismo a la hora de sobrevivir, se desenvuelve y reorganiza mucho más rápido que cualquier tendencia política. Quizás su triunfo más grande, sea el de habernos convencido que no nos necesitamos, que cada uno está por su cuenta, por lo que el otro se convierte en enemigo; que la pertenencia a una clase social es cosa de zurdos y que la solidaridad es cosa de tontos o de la iglesia porque no nos vemos como iguales. En el enojo general y en esa búsqueda de bienestar personal, se diluye lo colectivo, único camino posible para cambiar nuestra realidad.