Comenzó a sonar la señal horaria de las 00:00 y el caos se desató. Como en aquellas épicas jornadas de 2001 en que las cacerolas se enseñorearon de las ciudades argentinas, todo elemento contundente sirvió aquí para hacer sonar estentóreamente la descarga de tanto tiempo de bronca, como si la injusticia se cobrara con fuertes ruidos, palos de escoba contra los sonoros metales de las escaleras, las manos desnudas simplemente golpeando las puertas, tapas de cacerolas a modo de platillos musicales, sartenes contra sartenes, todo fue útil para la batucada de despedida, cualquier cosa que hiciera ruido servía, todo el pabellón en prendas menores haciendo su parte durante diez minutos mágicos. Hasta algún celador asustado escuchó el escándalo y se asomó imaginado algún motín septuagenario que pronto entendió y se alejó entendiendo lo que pasaba.

La crónica que da comienzo a esta nota fue extraída del número 85 de la revista “Te cuento… La Semana”, con fecha del 13 de diciembre de 2015. La revista mostraba en su portada la foto de la asunción de Mauricio Macri como presidente con la leyenda “Una Esperanza”. Esta revista, nacida en 2014, fue una publicación de un grupo de presos por delitos de lesa humanidad ocurridos en la última dictadura militar.

La victoria de Macri no fue simplemente un cambio de época, sino que sirvió como válvula de escape para un sector que estuvo conteniendo su frustración durante los doce años de gobierno kirchnerista. Porque no fueron solo los militares encarcelados los que festejaron, sino todo ese sector de la población que había sido caracterizado como el enemigo desde el Estado por más de una década. Durante el gobierno macrista, grupos e individuos arremetieron contra locales partidarios alineados con el kirchnerismo, atacaron lugares y personas del colectivo LGBTQ, organizaron campañas de odio contra las comunidades mapuche, piqueteros y movimientos sociales. En muchos casos, con el apoyo de la ley y el Estado. Se sentían envalentonados porque el enemigo había cambiado. Pero el fanatismo extremista pocas veces puede jugar en política; hacer política cuando se está en el poder es ser partícipe de la negociación que lleve a ambos bandos a un lugar común. Si eso no se logra, el gobierno se paraliza y el poder se devalúa.

Es así que el macrismo no pudo sostener sus promesas de campaña y se vio enfrentado con la realidad de la política argentina y su aparato peronista. Tampoco pudo lograr su anhelado sueño de terminar con la protesta social en Argentina, sino todo lo contrario: logró potenciarla y, en algunos casos, radicalizar sus formas.

La situación económica y social siguió empeorando durante el actual gobierno peronista, pero la protesta, exceptuando algunos casos, ha sido puramente simbólica. El poco poder de acción que logró tener el antiperonismo durante el gobierno de Macri aceleró los procesos de reconfiguración del escenario político, logrando la aparición de un nuevo actor en la batalla cultural. Un político que dice despreciar la política, un populista que grita a viva voz contra el populismo, un libertario que poco entiende de las ideas de la libertad.

Reacción Cultural y Populismo de Derecha

El triunfo de Milei en las PASO generó en muchas personas la incertidumbre de pensar qué podría pasar después del 10 de diciembre, o si este gobierno puede llegar a esa fecha luego de la derrota, en caso de que el liberal libertario accediese a la presidencia. Mucho se ha hablado de enfrentar al fascismo, de la derechización de la sociedad y de cómo aceptar el mal menor en ese frente unificado que busca evitar la llegada de los libertarios al poder. También mucha tinta digital ha intentado explicar el triunfo de Javier Milei y, si bien es real que este fenómeno puede ser entendido con la polarización en las redes sociales, el discurso antifeminista que se promueve entre los adolescentes varones y la mentalidad emprendedora de la autoexplotación, todo esto lo que genera es militancia.

Milei ha conseguido en poco tiempo lograr una militancia mayoritariamente cibernética que replica sus discursos y sus formas, pero esto no puede explicar los apoyos masivos que se requieren para ganar la presidencia. La realidad se encuentra fuera de las redes sociales y quien apoya a Milei no es necesariamente un fascista, ni siquiera necesita ser conservador.

Cuando pensamos en la palabra populismo, especialmente en Argentina, generalmente lo asociamos a figuras como Chávez o Perón. Pero la realidad es que un líder carismático que use la herramienta política del populismo no necesariamente tiene que sostener una única ideología política. Donald Trump es un ejemplo de eso. El populismo no solo requiere una figura carismática, sino también la completa liviandad a la hora de prometer el mundo del futuro; son aquellos que tienen respuestas a todas las preguntas y donde la culpa de los problemas nunca es suya, sino de algún grupo con el cual estén en conflicto. Milei logra hacer ambas cosas.

Tanto Milei como otros lideres populistas han logrado capitalizar y profundizar una reacción cultural a los distintos progresos sociales de las últimas décadas, donde la derecha, viéndose distanciada de las clases trabajadoras, busca inventar enemigos en las peleas culturales. Es de esta forma que desde estos sectores se ataca de forma constante cualquier cosa que sea vista como ideología de genero, marxismo cultural o feminismo. Que la derecha tanto nacional como internacional haya puesto tanto su enfoque en estos nuevos enemigos en los últimos años no es casual, sino que tiene que ver con la necesidad de lograr apoyos sin poder dar respuesta a las verdaderas demandas populares que tienen que ver con el bienestar económico de las clases empobrecidas.

Esta realidad donde siendo trabajador se puede ganar un sueldo tan magro para estar por debajo de la linea de la pobreza busca ser explicada de diferentes formas, los discursos de la derecha a lo que apuntan es a la fragmentación. Buscan que la persona entienda su problemática desde un lugar puramente individual, la meritocracia ya no sirve como excusa para que alguien acepte sus condiciones materiales entendiendo que tiene que esforzarse mas para triunfar. En esta realidad el esfuerzo no es suficiente porque existen actores que impiden el progreso de “los argentinos de bien”.

“Esa clase tan numerosa y tan respetable no exigiría nada mejor que se le concediese el derecho o, más bien, el privilegio de la más completa anarquía; toda su economía social, la base real de su existencia política, no tiene otra ley, como es sabido, que esa anarquía expresada en estas palabras tan célebres: “Laissez faire et laissez passer”. Pero no quiere esa anarquía más que para sí misma y sólo a condición de que las masas, “demasiado ignorantes para disfrutarla sin abusar”, queden sometidas a la más severa disciplina del Estado. Porque si las masas, cansadas de trabajar para otros, se insurreccionasen, toda la existencia política y social de la burguesía se derrumbaría. Vemos también en todas partes y siempre que, cuando la masa de los trabajadores se mueve, los liberales burgueses más exaltados se vuelven inmediatamente partidarios tenaces de la omnipotencia del Estado. Y como la agitación de las masas populares se hace de día en día un mal creciente y crónico, vemos a los burgueses liberales, aun en los países más libres, convertirse más y más al culto del poder absoluto.” Mijail Bakunin, Dios y el Estado.

El marketing de la casta

La batalla cultural tiene límites; el liderazgo carismático no puede explicar la victoria en una elección (Fernando de la Rúa es prueba suficiente). Lo que debe hacer el populista, entonces, es ofrecer todas las explicaciones posibles a las clases populares sobre por qué se encuentran en la situación en la que se encuentran. En el lenguaje más simple y claro posible, evitando a toda costa dar con la raíz del problema, sino hacer una performance contra las élites que nos gobiernan. Los gritos de Milei buscan pasar por alto los mecanismos racionales de quien escucha para apelar puramente a la emoción. Ahí, frente a una cámara, hay una persona que insulta a los políticos que nos trajeron a este lugar. Frente a esas cámaras y a los gritos, dice que todo es fácil de solucionar, que solo necesita 35 años para que Argentina sea potencia. En esa emocionalidad que se transmite, donde quien ha visto la transa de la política de cerca en cada barrio, no hay forma de que mucha gente no se sienta representada.

Es de esta forma que se plantea un discurso donde el ajuste lo va a pagar “la política”; en este contexto, la política es un concepto abstracto que poco dice qué impacto puede tener. La política parece ser cualquier cosa que sea financiada por el Estado y, en el vale todo, se habla de educación, salud y el largo etcétera de cosas que quedarían “afuera”. Como medida para asegurarse el voto de todas las personas que necesitan de todas esas cosas que habría que ajustar, es que el equipo de Milei ha tenido que dar marcha atrás con algunos discursos o plantearlos en su proyecto de transformación a largo plazo. Cuando ven que alguna medida puede costarle votos, simplemente salen a decir que esa medida en particular sería de segunda o tercera generación. Cosas que no significan nada, son solo abstracciones para parecer un proyecto serio, un proyecto que puede dar las soluciones materiales que las personas requieren.

En el fondo, eso es siempre lo único que importa a la hora de ganar o perder una elección; la política puede hacer todo el teatro que quiera, pero el voto no es ideológico. El voto está a disposición de quien pueda ganarse la confianza de que realmente puede cambiar las condiciones materiales de la existencia. Hoy, tanto el kirchnerismo como el macrismo han fallado; si Milei llega al gobierno, va a quedar demostrado que tampoco puede conseguirlo.

“Los doctrinarios liberales, al menos aquellos que toman las teorías liberales en serio, parten del principio de la libertad individual, se colocan primeramente, se sabe, como adversarios de la del Estado. son ellos los primeros que dijeron que el gobierno es decir, el cuerpo de funcionarios organizado de una manera o de otra, y encargado especialmente de ejercer la acción, el Estado es un mal necesario, y que toda la civilización consistió en esto, en disminuir cada vez más sus atributos y sus derechos. Sin embargo, vemos que en la práctica, siempre que ha sido puesta seriamente en tela de juicio la existencia del Estado, los liberales doctrinarios se mostraron partidarios del derecho absoluto del Estado, no menos fanáticos que los absolutistas monárquicos y jacobinos.” Mijail Bakunin, Dios y el Estado.

Reacción igual y opuesta

Tanto Massa como Bullrich comenzaron la carrera contra Milei con desventaja al no pensar que iba a llegar a un primer lugar; sus discursos estaban preparados para atacarse mutuamente, pero el tercero en discordia ha probado ser un problema. Massa, al igual que Macri al perder las PASO, ha puesto su enfoque en bajar plata a todos los sectores que les sea posible. Bullrich ha elegido seguir polarizando con la figura de Cristina para mantener a su núcleo duro, al mismo tiempo que busca posicionar a Milei como un farsante por sus alianzas políticas, argumentando que Juntos por el Cambio “es la única fuerza capaz de terminar con el kirchnerismo de una vez y para siempre”.

En lo discursivo, la batalla cultural contra el ascenso de Milei se ha enfocado mayormente en la caricaturización de sus votantes y seguidores. Se busca ridiculizar a Milei, ya sea por hablar con su perro fallecido hace años o por pensar que su hermana es una figura mística (Moisés), como si fuese más lógico jurar por Dios y la Patria poniendo la mano encima de un libro que dicen es la palabra de Dios. Cuando no es por loco, se lo acusa de fascista o de ser la representación de la ultraderecha. Todas palabras que mutan para la conveniencia del interlocutor.

Como hemos dicho anteriormente, Milei no parece ser la personificación de la ultraderecha; es un elemento manipulado por la derecha de siempre que ha tenido que hacer concesiones para verse con la oportunidad de lograr conseguir una cuota de poder, incluso dejando propios en el camino. El discurso de Milei es un discurso que posiciona al capitalismo por sobre todas las relaciones sociales; es en la libre competencia del mercado donde cree poder encontrar todas las soluciones. El fascismo es muchas veces anticapitalista, busca promover lo nacional-popular y se aleja de las retóricas parlamentarias para posicionarse como una “tercera posición”. Hoy en día, quienes atacan a judíos e incluso usan símbolos nazis son también los llamados “peronistas de Perón”.

Con esto de ninguna forma queremos simplemente poner el foco en las palabras; fachos hay montones y poco importan las diferencias entre sus diferentes colores. De la misma forma, no nos interesa “recuperar” la palabra libertarios como si de una cuestión moral se tratase. La fragmentación que se impone en lo discursivo solo puede combatirse desde la crítica anticapitalista y antiestatal, desde el entendimiento que existe una lucha de clases donde ninguna paz es posible. Cualquier discurso que no entienda las necesidades materiales que son negadas por la existencia del Estado y el Capital solo puede quedarse en la performance autocomplaciente de la participación democrática.

Cerrame la ocho

Las tres opciones que presenta la política en octubre buscan aprovechar el viento de cola de las elecciones para llevar adelante un ajuste que ponga las cuentas en orden para que los inversores puedan tener mayores y más estables márgenes de ganancias. Por mucho que Milei le quiera hacer creer a sus seguidores que cerrando algunos ministerios la plata aparece, esto es falso; los números que manejan ese tipo de recortes son marginales. Cada opción tiene sus matices en cómo llevar adelante el ajuste; algunos van a buscar desviar la atención a sus luchas culturales para mantener a parte de la población de su lado. Ya sea poniendo el foco en la justicia para acelerar las causas de corrupción durante el kirchnerismo o eliminando los derechos adquiridos que puedan servir para mostrarse fuerte frente al núcleo duro. En el caso del peronismo, el ajuste será nacional y popular, con la vía de escape de culpar a Massa cuando las cosas no funcionen porque no es un “verdadero peronista”. No importa quién gane la presidencia; los diferentes sectores van a arreglar y hacer acuerdos porque, por más que un creativo del marketing haya definido que la estrategia es ir contra “la casta”, el poder solo puede mantenerse haciendo política.

La incertidumbre ante una victoria de Milei, y especialmente de Villarruel, es entendible. Pero incertidumbre también existe hoy en cuanto al techo o el plato de comida; la idea de que ahora hay que “salir a militar” como se difunde en las redes solo busca implantar la noción de que lo que es necesario es la victoria del mal menor. La militancia virtual que basa sus campañas en el miedo o en la ridiculización del enemigo no hacen otra cosa que dar más combustible a los grupos profesionalizados que usan las redes sociales para la difusión de sus ideas. La “militancia” es la acción consciente que busca intervenir en la realidad material, no en los discursos instalados desde los “trending topics” pensados en empresas de publicidad.

La militancia para lograr la victoria del “mal menor” solo puede perpetuar un sistema que no tiene posibilidad de reforma alguna, la única transformación real es su completa destrucción. Hasta entonces, lo que nos queda es fomentar las redes solidarias de apoyo mutuo, promover la organización horizontal sin líderes ni dirigentes y buscar en la acción directa la herramienta para poner freno al ajuste que se viene.