Encaminados a una nueva “fiesta de la democracia”, como llaman a las elecciones generales, muy pocas cosas son las que tenemos para festejar, no solo en términos puramente económicos, sino también sociales. Con el deterioro económico, viene de la mano el social y con ello la búsqueda desesperada de soluciones, a veces mágicas, que corrijan el rumbo que, sostenido, parece de colisión segura. 

En las condiciones actuales, con desocupación relativamente baja, nos encontramos con que los trabajadores deben tener más de un trabajo para llegar a fin de mes; es decir, parece haber laburo, pero se paga poco. Y con ‘poco’ nos referimos a que no alcanza para satisfacer las necesidades básicas que debe cubrir una persona para alimentarse, vestirse y tener un techo para descansar, para luego, al día siguiente, volver a entrar en la rueda productiva. Claramente, la explotación laboral no estaría dignificando…

Ante la desigualdad y la necesidad, se incrementa la violencia, la inseguridad y la especulación de quien puede sobre quien no tiene opción. Tal el caso hoy día, de los alquileres, sobre todo en las ciudades. Pero no es una novedad, ni la miseria, ni la carestía, ni el quilombo con los alquileres…basta con recordar La huelga de inquilinos.

La marcha de las escobas

A principios del siglo pasado, el hastío hacia la situación que padecía la mayor parte de los trabajadores que vivía en las ciudades, terminó por explotar en una huelga de inquilinos quele paró el carro alcista a la insaciable ambición de los propietarios. La situación mencionada constaba de hacinamiento, malas condiciones edilicias, sanitarias, y por supuesto peor, económica.

En aquel entonces, con una Argentina liberal (desde lo económico), pujante y agroexportadora a mas no poder, la inmigración de personas en busca de un futuro mejor no se hizo esperar. La propaganda en el exterior les hablaba a los trabajadores de ‘convertirse en propietarios’ para luego apilarlos en el Hotel de los Inmigrantes ni bien llegaban y, a posterior, desparramarlos en las Casas de Inquilinatos o conventillos. Luego de varias oleadas inmigratorias,el Censo Municipal de 1904 revela que hay 950.891 habitantes en la ciudad de Buenos Aires de las cuales 138.188 viven en 43.873 habitaciones que forman parte de las 2462 casa de inquilinato; esto indica que 11,5 personas moran por casa de una sola planta en la ciudad. El precio de alquiler de una pieza para 1907, triplicaba al de 1870, con alquileres, se sabía, de hasta ocho veces los precios de París y Londres. 

Luego de algunos intentos de organización de inquilinos (como la Liga contra los alquileres) para conseguir vivienda a precio accesible, en agosto de 1907, el municipio de la ciudad de Buenos Aires comunica que para el año siguiente (1908) elevaría los impuestos, haciendo que los propietarios aumenten los precios, por las dudas, pero dando el último empujón a la bronca y a la organización. Con apoyo de la FORA a la hora de hacer difusión, tejer redes entre conventillos o parar una olla popular, la huelga se extiende hasta diciembre, logrando en muchos casos (no en todos) la rebaja de los precios de los alquileres.

En la actualidad, el 35% de los casi tres millones de habitantes de la ciudad de Buenos Aires, alquila, y esa cifra a nivel nacional se instala en el 20% (según INDEC). Durante muchos años, el arrendamiento de una vivienda estaba mediado solo por el código civil y comercial, dejando a los inquilinos en manos de los propietarios y de los intermediarios especuladores…inmobiliarias que les dicen. Con la ley de alquileres, se suponía que esta relación se emparejaba (lo que sabemos hace siempre la ley, defender a los que necesitan en contra del poder…o todo lo contrario), al menos un poquito, y daba aire a los inquilinos en cuanto a la renovación de contrato, porcentaje de aumento y pedido de garantías. Al día de la fecha, lo que seguro cosechó la ley, es que los propietarios, ante la alta inflación, y no poder actualizar precio, retiran sus inmuebles del mercado. Y para ese lado, el capitalismo funciona bárbaro: menos oferta, sube el precio. La mayor parte del tiempo, el inmobiliario, es un negocio que se mueve entre un gris y en negro directamente, demostrando que herramientas le sobran para imponer sus condiciones, como poner el precio a discreción, aumentar por las dudas e incluso cobrar en dólares. 

A quien le toca renovar su contrato en Buenos Aires en agosto/septiembre, se encuentra con que los incrementos van del 110% al 197% respecto al mismo mes del año anterior. Para ponerlo en claro, hablamos que un dos ambientes, dependiendo del barrio, va desde 157 mil pesos (Vélez Sarsfield) a los 270 mil (Núñez) más expensas, según Zonaprop. Pero esto no es exclusivo de la ciudad ni de la provincia de Buenos Aires, sino que se da en toda la región con sus matices de ingresos y precios de alquiler y alimentos. En Rosario, por tomar un caso, este año, los aumentos se acomodan en torno al 110 % luego de un aumento superior a la inflación en los dos años anteriores, llevando el precio de un dos ambientes a unos $90.000 (más expensas) según CESO (Centro de Estudios Económicos y Sociales). Y para completar el panorama, podemos ver que el salario mínimo, para septiembre, se ubica en $118.000, lo que indica que quien percibe este haber, no puede vivir en una ciudad más o menos cómodo, teniendo que buscar en la periferia, hacinarse en hoteles familiares o compartir gastos con familia, pareja o amigos. En otras palabras, se labura principalmente para pagar donde descansar y poder levantarse al otro día a laburar… la vida misma.

Que los principales representantes declaren que paguan alquileres exorbitantes, como Horacio Rodríguez Larreta que paga 3.500 dólares por mes (con el blue a $735, el monto asciende a $2.572.500) y otros 150 mil de expensas, o Jorge Macri por ejemplo que paga 2800 dólares por mes de alquiler (unos 2.058.000 pesos argentinos) y de expensas, $260.000, aceptando incluso pagar en moneda extranjera la transacción, no ayuda demasiado a que la persona de a pie tenga de donde agarrarse para pelear por su techo. Además, saber que muchos propietarios son diputados y votan la ley o su reforma, completa un cuadro, como mínimo, de terror. Obviamente, tampoco parece ser un tema que al sindicalismo le interese mucho, como si el laburante fuese tal, solo cuando esta de turno en el puesto de trabajo y aporta a la caja y después, problema de cada quien.

Sin pensar en buenos y malos, ni en la forma en que se obtienen esos inmuebles para luego lucrar con la necesidad de los demás: sin incentivos ¿por qué alguien dejaría de ganar lo que puede con algo de su propiedad en un sistema capitalista? Claro, a la contra parte, solo le va el techo en esto…evidencia más que clara de la perversión del sistema imperante que transforma en mercancía hasta la necesidad más básica del que menos tiene.

En esta época del año, con las PASO adentro y el gobierno debilitado, un aire liberal surca la atmósfera y los sectores más enfrentados a la idea de la regulación del Estado (que no resultó), muestran sus dientes y apuran la reforma de la ley (la derogación no avanzó) para que permita aumentar los precios más veces al año (cada 4 meses) y que el índice sea acordado entre las partes…las partes solo pueden acordar si están en términos de igualdad si no, solo se habla de sumisión de una por la otra. No existe un acuerdo libre con la soga al cuello o sin opciones; se parece más a una extorción, y eso no es libertad, sino privilegio. Y el privilegio avanza.

Pero ¿qué camino le queda al inquilino? La otra opción a no dejarse vilipendiar es mudarse y abandonar el hogar y los vínculos generados cada dos años, y vuelta a empezar con la mudanza, la garantía, los meses de depósito, la llave, el mes en curso, comer y pagar el transporte hasta el trabajo, solo para ver esfumarse su tiempo en un ciclo infinito sin acceso a una casa propia.

Si bien las condiciones no son las de 1907, hay cosas que el capitalismo y la democracia nunca quisieron solucionar como el alimento y el techo. Al igual que en aquella época, el costo del alquiler es muy pesado dentro de lo que es el salario, obligando a los inquilinos a modificar su vida, abaratándola o mudándose. 

Como siempre, no ofrecemos soluciones ni magia alguna, y sabemos que una huelga es hoy, prácticamente imposible, pero también sabemos que por algo se empieza (la historia nos lo muestra) y quizás ponerse a pensar en cómo darle una vuelta a esto, sea la punta del ovillo de donde tirar. ¿Cómo hicieron entonces los inquilinos del siglo pasado?

Manifiesto AL PUEBLO. Setiembre de 1907. Huelga General de Inquilinos. ¡Obreros!*
La imposibilidad de vivir, dado el alto precio que propietarios e intermediarios especuladores cobran por incómodas viviendas, nos impulsa a no pagar alquiler mientras no sean rebajados los precios a un 30 por ciento. *

Los propietarios sin miramiento de ninguna especie escarnecen a los pobres agobiados por la explotación capitalista y las gabelas del Estado.

El movimiento contra la imposibilidad de vivir trabajando es un hecho y falta para su éxito que lo secunden todos los inquilinos de esta ciudad.

Nuestra divisa contra la avaricia de los propietarios debe ser: NO pagar alquiler.
La Comisión.

La Protesta, Buenos Aires, 3 de setiembre de 1907.