La locura es total. Tras el primer lugar conseguido por Sergio Massa en la carrera hacia la presidencia, las fuerzas políticas y mediáticas que dirigen la Argentina han mantenido en vilo a la sociedad con sus frecuentes giros de trama y posicionamientos políticos. La caída al segundo lugar de Milei demostró una vez más la inmadurez política del espacio libertario. Su militancia, tan ávida de expresarse en las redes, no esperó siquiera a que se terminasen de contar los votos para comenzar una campaña para encontrar a los culpables, primero dentro del mismo espacio con acusaciones cruzadas a quienes habían hecho algunas de las declaraciones “piantavotos” y luego en los votantes, con expresiones clasistas y racistas que sacaron a relucir el verdadero sentir de muchos de los amantes de la libertad.

Luego del enojo inicial, el movimiento ha tenido que aprender algunas lecciones sobre cómo funciona la política y, especialmente, sobre el país en el que habitan. La negación todavía prima en algunos sectores del movimiento, intentando justificar sus denuncias de fraude y preparando el terreno para no aceptar el resultado del balotaje. La pubertad política, en conjunto con su necesidad de ganar a toda costa, llevó finalmente a que este espacio sea absorbido por uno de los sectores clásicos de la burguesía nacional. Bienvenidos a las fuerzas del cielo.


Milei al gobierno, Mauricio al poder

“Uno de mis grandes heroes es Al Capone”. Javier Milei.

El líder también tuvo que recibir una lección de humildad sobre cómo funciona ese Estado al que dice odiar pero tanto busca pertenecer. La política implica negociaciones y acuerdos, implica aceptar favores que luego serán retribuidos. La intransigencia en política es una actitud ridícula; no se puede insultar y menospreciar a quienes, en definitiva, serán sus compañeros de trabajo. La inflexibilidad en las posturas políticas que ha demostrado Javier Milei y su espacio solo sirve para capturar votos en un momento de alta polarización. Pero, si se quiere tener cualquier cuota de poder dentro del Estado, entonces tienen que aceptar cuáles son las reglas del juego. Eso es hacer política.

Macri, dejando la reposera por un rato, logró en pocos días tomar control total de la campaña de Milei. Solo horas después de la elección, el León experimentaría en primera persona qué significa ser casta, con acuerdos en la noche de espaldas a sus partidos y militantes. Aceptando, aunque no quiera decirlo en público, una serie de condiciones para domesticar su discurso, haciéndolo un candidato más del rejuvenecido PRO.

El odio a “la casta” y las elites gobernantes se ha convertido en aquel viejo discurso de Sergio Massa en el 2015 cuando prometía que “si me ponen en el balotaje, se termina el kirchnerismo”. Todavía está por verse si el discurso matizado puede atraer al electorado de Juntos por el Cambio, también si logrará mantener el apoyo de quienes, fuera de la polarización, lo han visto como una opción nueva que pudiese solucionar los problemas materiales que atraviesa la población.

Lo que queda claro, una vez más, es que el cuco que el malmenorismo necesita imponer para ganar una elección que solo tiene como premisa votar en contra de un candidato que en favor de otro no es la segunda reencarnación de Adolfo. Milei nunca fue la ultraderecha o la representación del fascismo. Siempre ha sido el mismo personaje: un títere de las derechas tradicionales que están en puja por consolidar su control total sobre su persona y su flamante espacio político.


Zurdos empobrecedores

“Que olor a trosko”. Un Peronista.

Otros que parece que nunca aprenden una lección sobre las fuerzas políticas en Argentina son aquellos peronistas que se llaman de izquierda. Son aquellos que creen estar más cerca del FIT que de Schiaretti o Moreno, pero realmente tienen más cosas en común con alguien como Santiago Cuneo (antiguo amigo de Aldo Rico y Cecilia Pando) que con alguien como Gabriel Solano o Myriam Bregman. En el instante en que algunas de las fuerzas que componen el FIT se expresaron en su rechazo de apoyar a Sergio Massa, dejando en claro el voto contra Milei, estos sectores no han tenido mejor idea que dedicarse a vapulear a dirigentes y militantes de izquierda.

Estos sectores que creen estar luchando contra el “fascismo” y por la defensa de la democracia representativa no han encontrado mejor estrategia que atacar a los representantes de los partidos políticos socialistas y comunistas. Posturas que no son nuevas dentro del peronismo.

Cuando conviene, Myriam Bregman es una luchadora que quisieran tener en sus filas porque dentro de su discurso también se contemplan los intereses de clase a los que estos sectores progresistas pertenecen. Pero, en el momento en que se aleja un poco de esos discursos, entonces pasa a ser una enemiga. Incluso se plantea que está “a la derecha de Aldo Rico”, mostrando la incapacidad de entender la realidad del nacionalismo en Argentina y el rol de la derecha liberal.

Se plantea una falsa dicotomía donde los apoyos tienen que ser totales porque, si no, viene Milei y se acaba la democracia. Algo que no es muy diferente de los anteriores discursos del peronismo post-kirchnerista, donde lo propositivo fue reemplazado por el miedo a lo opositor en cada elección. El facilismo de la chicana, el chiste y la degradación busca evitar conversaciones donde se puedan entender las posiciones de otros por fuera del absolutismo que busca imponer el aparato peronista.

Desde lo profundo de las letrinas sociales, se reproducen chicanas contra la izquierda cayendo en los lugares clásicos, como decir que solo gestionan fotocopiadoras en universidades para minimizar su accionar. Eso previene tener que meterse en el terreno de la participación de los movimientos de izquierda fuera del aparato electoral, evita tener que hablar de las mafias enquistadas en los sindicatos, de los aprietes, persecuciones y golpizas a manos de las patotas sindicales durante la década ganada. Evita hablar de Mariano Ferreyra y Elsa Rodríguez. De las múltiples represiones, desalojos violentos, de la cárcel como elemento de disuasión política. Situaciones que se han vivido durante los gobiernos tanto de Néstor como de Cristina, llegando al de Alberto. Es más fácil quedarse en el chiste, si venden o no pan relleno y evitar las conversaciones que podrían llevar a repetir junto al León y su séquito la frase “zurdos de mierda” cada vez que la izquierda “la troskea”.


Realismo Capitalista

“Hay que pasar el invierno”. Álvaro Alsogaray.

Vivimos en una realidad que nos inquieta. La opinión más desinformada es la que tiene mayores probabilidades de masificarse en las redes sociales. Los algoritmos que moldean a las sociedades premian este tipo de opiniones porque generan discordia; son polémicas. La indignación se ha convertido en la moneda de cambio más valiosa en la economía basada en los clics. La ignorancia y el odio, que se propagan rápidamente, también entrenan a las personas para que, de forma inconsciente, reaccionen de la misma manera. La psicología colectiva es atacada constantemente por los medios y las redes, poniendo el foco en las polémicas de la política que buscan distraernos de la realidad cotidiana.

La realidad capitalista es clara: las cosas siempre pueden estar peor. Esto no es novedad, pero parece ser el discurso aglutinador entre quienes buscan el poder para movilizar a la población a que elija a sus propios verdugos. Nada es debatible en esta realidad polarizada; las mismas prácticas que han llevado a este movimiento libertario a crecer en las redes son replicadas por sus contrincantes. Toda discusión es hiper simplificada, toda posición contraria es atacada; el chiste se ha convertido en la herramienta elegida para la manipulación electoral por parte de una clase completamente ajena a la realidad de los problemas que dicen combatir.

Evitar la crítica radical que vaya a la raíz de los problemas en pos de satisfacer un deseo electoral cada dos años ha llevado a muchos movimientos contestatarios a la pasividad, donde la negociación con las fuerzas del Estado es la única posibilidad para la subsistencia. La pérdida de la capacidad de imaginar otro futuro posible nos lleva a esta encerrona de reconfiguración capitalista, donde el cansancio genuino contra la política y sus falsas soluciones ha sido recuperado por la política en la forma del liberalismo libertario. La democracia representativa como ordenador absoluto previene la posibilidad de pensar otras realidades.

La única certeza que tenemos es que los ciclos se rompen. El invierno eterno que buscan las fuerzas políticas y económicas no puede existir por siempre; la realidad capitalista tiene grietas, la representatividad política también. La acción colectiva puede dar paso a la primavera. Lo único que existe es la primavera.