Otra grieta esta planteada. Hay que elegir entre “salud” o “economía” y a los tibios los vomita Dios. Claramente, el Gobierno se posiciona del lado de la “salud”, dejando la “economía” para lo que se entiende como el pensamiento liberal o neo liberal. “Salud” es del lado de los buenos, “economía” del lado de los malos.

Cuando desde el gobierno y su aparato mediático se habla del tema, queda claro (para quien no este obnubilado con la figura paterna de “Alberto”) que “salud” es atravesar la pandemia con la menor cantidad de muertos posibles. Se intenta que el sistema sanitario no colapse, buscando evitar las imágenes de cuerpos apilados o fosas comunes que recorren el mundo. Entonces, hoy “salud” es equivalente a cantidad de respiradores, camas de terapia intensiva, insumos de protección y alguna cosa más. Seria bastante miserable estar en contra de aumentar la posibilidad de atención y protección en este y casi cualquier contexto. Pero de ahí a la “salud”, hay un trecho gigante. Como otras veces, el Estado utiliza una palabra común para darle un nuevo sentido y tratar de no dejar alternativa (el otro ejemplo claro, fue la “solidaridad”) Entonces “salud”, en palabras del Estado debería leerse como “evitar el colapso del sistema sanitario y el costo político”. Toda la publicidad con tono épico, solo es marketing.

Si calculamos desde el comienzo de la democracia, el principal partido de la coalición que gobierna Argentina estuvo en control del Estado unos 24 años (puede cambiar por las fechas de asunción, pero da igual). Si la prioridad en todos estos años hubiera sido la “salud”, seguramente el presidente Alberto Fernández (ese señor que toca la guitarra y tiene un perro famoso) no nos mostraría a los argentinos la compra de 700 respiradores como un logro. Tampoco el ministerio de economía publicaría “¿Qué se puede hacer con el potencial ahorro de la renegociación? La respuesta es que con los U$S 4.500 millones que el gobierno se ahorraría este año se pueden financiar: 386.663 respiradores de industria nacional; 3,2 veces el presupuesto asignado actualmente al Ministerio de Salud para todo el 2020”, sobre todo sabiendo que desde Diciembre viene pagando deudas.

De la gestión anterior, la de Mauricio Macri, que decir. Solo con el ejemplo de pasar de ministerio a secretaría de salud, alcanza. Sirvan estas líneas para dejar claro que esa no es una grieta (Macri – Fernández) en la que pensemos entrar, y por si alguien pregunta, claro que vamos a la guardia del hospital si nuestros/as niños/as enferman.

Los que simpatizan con el peronismo, podrán hablar del “plan remediar”, o del calendario de vacunación obligatorio, y alguna medida más. Pero digan lo que digan esta elección entre “economía” y “salud”, al parecer se la plantearon después de un par de décadas gobernando. Si se busca un poco, el federalizar el sistema sanitario trajo aparejados problemas económicos para las provincias o municipios, y quizás comprar remedios y vacunas a los grandes laboratorios en vez de fomentar la industria local, no van muy de la mano de ese discurso “nacional y popular” (en la anterior gestión del actual ministro de salud). No hace falta buscar estadísticas, para saber que los gobiernos invierten mucho más en la infraestructura para la producción y transporte de mercancías, que en la infraestructura sanitaria.

No somos ni por asomo especialistas en temas de salud, y puede que nuestro “sentido común” se reduzca a un número mínimo de personas, de todas formas, tenemos algunas ideas sobre que estamos diciendo cuando hablamos de salud. Seguro esta alejado de la minería a cielo abierto, del uso indiscriminado de agroquímicos y de contaminar agua, tierra y aire en busca de petróleo, del mismo modo que no se reduce a comida macrobiótica y jugos “detox”. De ahí, que jamás podremos creer que el Estado priorice nuestra salud. Sí vemos que nos necesita produciendo, hoy más que nunca consumiendo (incluso consumiendo lo “saludable”). Y pone el sistema sanitario y la medicina en función a eso, y al negocio farmacéutico que nos provee de varios fármacos que solo sirven en función de que sigamos trabajando y consumiendo.

Salud, desde nuestro parecer implica un montón de factores, que van desde el acceso a la alimentación, al agua potable, a un lugar donde vivir confortable, contacto con la naturaleza y así hasta llegar a relaciones sociales donde no exista la explotación ni la opresión. Esto no implica la ausencia de enfermedades, porque por más que suene bonito, ni el estado ni el capital son los causantes directos de todas las enfermedades, aunque tengan que ver con muchas. No vemos posible la eliminación de las enfermedades, lo que podemos cambiar es la forma en la que se tratan y eliminar algunas de las causas, no todas.

Como prácticamente todo lo que hace a la vida, la vemos desde el individuo potenciado en la sociedad, la salud también implica un compromiso y una responsabilidad para con los demás. De la sociedad al individuo, respeto y solidaridad. No pretendemos “la dictadura de lo saludable”, y mientras no se afecte al conjunto cada cual sabrá el valor objetivo y subjetivo que le asigna a su salud.

Hay debates que nos exceden, no tenemos la capacidad para proponer algo elaborado, y lo mejor que podemos hacer es decir no lo sé. Por lo tanto, plantear otro tipo de sistema sanitario nos queda grande. Seguramente si se va de lo simple a lo complejo, si se ve la salud como algo integral al servicio del bienestar social y no de la producción y el consumo, y la enfermedad como parte de la vida, estaremos por buen camino.

Compartimos unos textos que de una u otra manera hablan del tema en distintos momentos de la historia.

Pensiero e Volonta - Año I, N°5 - Roma, 1 de Marzo 1924

Medicina… y anarquismo:

Recibimos la invitación a hacer propaganda para un sistema curativo, adornado con los adjetivos “racional”, “natural”, etc. acompañado de la critica, justa o injusta, en contra de la “ciencia oficial”.

No haremos nada al respecto, porque no creemos que ser anarquistas nos brinde a nosotros u otros el don sobrenatural de saber lo que se desconoce.

Comprendemos todo el mal que la actual organización social, fundada en el egoísmo y en el conflicto de intereses, hace al desarrollo de la ciencia y a la sinceridad de los científicos. Sabemos que muchos médicos, impulsados ​​por la codicia y a menudo forzados por la necesidad, prostituyen lo que debería ser una de las misiones humanas mas nobles, y lo convierten en una vil mercancía. Pero todo esto no nos impide entender que la medicina es una ciencia y un arte muy difícil que requiere un entrenamiento largo y arduo y que no se aprende por intuición, y por nuestra cuenta, cuando sea necesario, preferiríamos confiar nuestra salud a un médico deshonesto, antes que a un honestisimo ignorante que cree que el hígado se encuentra en la punta del pie.

Creemos que esos compañeros están equivocados al comenzar un sistema terapéutico solo porque el inventor profesa, más o menos sinceramente, ideas anarquistas y se da a sí mismo el aire de rebelde y despotrica contra la “ciencia oficial”. Por el contrario, nos ponemos en guardia de inmediato si vemos que alguien quiere hacer uso de sus ideas políticas para para que sus ideas científicas sean aceptadas y se conviertan en una cuestión partidaria.

Después de todo, conocemos a alguien que, encontrando conveniente ganarse la vida siendo médico, sin ser uno, inventó un sistema de medicina “natural” y protestaba mucho contra los médicos; pero luego, cuando lo indujeron a estudiar y pudo obtener su diploma, comenzó a ser un médico como los demás.

Pensiero e Volonta - Año I, N°9 - Roma, 1 de Mayo 1924

Medicina… y Anarquismo. — Bajo este título, en las cartas editoriales de nuestra publicación N°5, publicamos una nota mediante la cual rechazamos la invitación de algunos compañeros a hacer propaganda en favor de ciertos métodos de tratamiento que conflictúan con la ciencia y la práctica médica comúnmente aceptada.

Esto molestó al compañero N. Cuneo de Nueva York. Aunque reconoce que Pensiero e Volontà no es el sitio correcto para discusiones médicas (de hecho, él no está dentro de quienes nos urgieron a tal propaganda), en la publicación de Abril número 15 de Libero Accordo él defiende el “tratamiento natural”, esto es, un tratamiento sin medicamentos, del cual se dice que está haciendo gran progreso, y que ha sido reconocido y legalizado en muchos estados de la unión americana.

Evidentemente no logramos hacernos entender.

No tuvimos la intención de prohibir método alguno; solo quisimos declarar nuestra incompetencia, nuestra ignorancia… y además, en algún grado, recordar a algunos compañeros su propia ignorancia.

Hay entre nosotros una tendencia a considerar verdadero, bueno y bien todo lo que aparece bajo el manto aceptable de la revuelta contra todas las “verdades” aceptadas, especialmente si son defendidas por personas que son, o se auto-denominan, anarquistas. Esto demuestra una deficiencia en aquel espíritu de investigación y crítica que debiera ser máximamente desarrollado en los anarquistas.

Está bien no considerar ningún logro de la inteligencia humana como definitivo, y aspirar siempre a nuevos descubrimientos, nuevos avances; sin embargo, uno debe tener en mente que lo nuevo no siempre es mejor que lo antiguo, y que ser anarquista no involucra estar dotado de infalibilidad.

La medicina es una ciencia eminentemente experimental, y una ciencia joven aún en sus comienzos, por así decirlo. Por lo tanto es bueno mirar con simpatía cualquier intento honesto e informado por abrir nuevas avenidas. Sin embargo, no pareciera exagerado requerir que quienes quieran criticar y oponerse a los antiguos métodos conozcan tales métodos y qué hechos se saben a su favor o en su contra. En otras palabras, requerimos simplemente que quienes quieran hablar de un tema se tomen primero la molestia de estudiarlo. Por lo tanto, si hay compañeros que sienten que tienen competencia suficiente para discutir temas médicos, que lo hagan, pero que no nos pidan a nosotros hablar de lo que ignoramos.

Después de todo, conocemos buenos médicos que profesan ideas anarquistas; sin embargo, no hablan de la anarquía cuando hacen ciencia, o solo hablan de ella cuando un asunto científico se vuelve un asunto social, es decir, cuando notan que la organización social presente obstaculiza los avances de la medicina, y les detiene de ser aplicados para el beneficio de toda la humanidad.

Enfermedad y capital - A.M.Bonanno

La enfermedad, entendida como un mal funcionamiento del organismo, no es algo exclusivamente humano. Los animales también padecen enfermedades, e incluso las cosas en su propio sentido presentan defectos en su funcionamiento. La idea de la enfermedad como una anormalidad, es la idea clásica desarrollada por la ciencia médica.

La respuesta a la enfermedad, principalmente gracias a la ideología positivista que domina la medicina actualmente, es la de la cura, consistente en una intervención externa elegida desde prácticas específicas, cuyo objetivo es restaurar las condiciones de una supuesta idea de normalidad.

A pesar de todo, sería un error pensar que la búsqueda de las causas de la enfermedad siempre han ido paralelas a esta necesidad científica de restaurar la normalidad. Durante décadas los remedios no se han basado en los estudios de las causas, ya que en aquellos tiempos estos eran absolutamente fantásticos. Los remedios tenian su propia lógica, especialmente cuando se basaban en conocimientos empíricos de las fuerzas de la naturaleza.

En los últimos tiempos una crítica del sectarismo de la ciencia, incluida de la medicina, se ha basado en la idea de la totalidad del hombre: una entidad construida por varios elementos-intelectuales, económicos, sociales, culturales, políticos, etc. Es en esta nueva perspectiva donde se inserta la hipótesis materialística y dialéctica del marxismo. La totalidad de un hombre nuevo y real descrita de varios modos, no más tiempo dividida en los sectores que el viejo positivismo nos tenía acostumbrados, fue de nuevo resumida en un determinismo de una sola dirección por los Marxistas.

Las causas de la enfermedad son consideradas como consecuencia exclusiva del capitalismo, el cual aliena al hombre a través del trabajo, exponiéndole a una relación distorsionada con la naturaleza y la “normalidad”, el otro lado de la enfermedad.

En nuestra opinión ni las tesis positivistas que ven a la enfermedad como el mal funcionamiento del organismo, ni las marxistas que consideran que todo mal es debido al crimen del capitalismo son suficientes.

Las cosas son algo más complicadas. Básicamente, no podríamos decir que las enfermedades no existirían en una sociedad liberada. No podríamos decir que si se lograse ese maravilloso evento, la enfermedad se reduciría a un simple debilitamiento de alguna fuerza hipotética que se encuentra todavía por descubrir. Creemos que la enfermedad es parte de la naturaleza del estado del hombre que vive en sociedad, y que sería el precio a pagar por corregir un poco las condiciones óptimas de la naturaleza para obtener la artificialidad necesaria para construir incluso la más libre de las sociedades.

Ciertamente, el crecimiento exponencial de la enfermedad en una sociedad libre donde la artifiacilidad entre individuos sería reducida a lo estrictamente imprescindible, no podría compararse con el que habría en una sociedad basada en la explotación, tal y como es nuestra sociedad actual.

Se puede entender de esta idea, que la lucha contra la enfermedad es una parte integral del conflicto de clases. No tanto porque la enfermedad este causada por el capital -que sería una declaración determinista y por lo tanto inaceptable- sino porque una sociedad libre sería diferente.

Incluso en su negatividad estaría más cerca de la vida, de ser humano.

Así la enfermedad podría ser una expresión de nuestra humanidad tal y como hoy en día es una expresión de nuestra terrible inhumanidad.

Esta es la razón por la cual nunca estaremos de acuerdo con la tesis simplista resumida en la frase “hacer de la enfermedad un arma”, incluso a pesar de que merece ser digna de respeto, especialmente en lo concerniente a enfermedades mentales. No es realmente posible proponer al paciente una cura basada exclusivamente en la lucha contra el enemigo de clase.

Aquí la simplificación podría ser absurda. La enfermedad también significa sufrimiento, dolor, confusión, incertidumbre, duda, soledad, y estos elementos negativos no se limitan al cuerpo, también atacan a la conciencia y a la voluntad. Construir programas de lucha sobre tales bases sería bastante irreal y terriblemente inhumano.

Pero la enfermedad puede convertirse en un arma si entendemos tanto sus causas como sus efectos. Puede ser importante para mi entender cuales son las causas externas de mi enfermedad: capitalismo y explotadores, Estado y Capital. Pero esto no es suficiente. También necesito clarificar mi relación con MI ENFERMEDAD, que no debería ser solamente sufrimiento, dolor y muerte.

Debería también ser un método por el que poder entenderme y entender a los demás mejor, así como la realidad que me rodea y que es necesario hacer para transformarla, y obtener a su vez una mejor comprensión de las salidas revolucionarias.

Los errores que se han cometido en el pasado sobre esta materia provienen de la falta de claridad debido a la interpretación marxista. Que se basa en la reclamación de establecer una relación DIRECTA entre enfermedad y capitalismo. Nosotros creemos que esta relación debería ser INDIRECTA, esto es siendo conscientes de la enfermedad, pero no la enfermedad en general como una condición de ANORMALIDAD, sino mi enfermedad como parte de mi vida, un elemento de MI NORMALIDAD.

Y después vendrá la lucha contra esta enfermedad. Incluso aunque no todas las luchas terminan en Victoria.