Una vez más alguien otorga a un grupo de periodistas listados de millonarios que tienen sociedades en los llamados paraísos (o guaridas) fiscales. Las intenciones de quienes “filtran los datos” son variadas y no vienen al caso, pero difícilmente sean por amor al Estado y la recaudación impositiva.

Dependiendo del país, el “escándalo” puede escalar más o menos, ya que figuran desde presidentes en gestión hasta los principales empresarios.

En el caso de los argentinos se pueden leer nombres de personalidades del deporte, grandes empresas, medios de noticias; los dueños de los laboratorios que producen las vacunas, gente de Menem, Macri o Kirchner. Hay nombres para todos los gustos, sólo hace falta leer la prensa que más se ajuste al agrado del lector. Dependiendo el medio, se verán en tapa los nombres de los acusados que conviene y se intentará minimizar los apellidos vinculados al grupo.

Si bien no es ilegal tener este tipo de sociedades en el extranjero, normalmente de lo que se acusa a los titulares es de utilizarlas para manejar dinero que no quieren blanquear para no pagar impuestos. Casi que la acusación en los medios y la política se reduce a la cuestión moral, ya que, en varios casos, el que tiene una offshore trata de hacer las cosas para evitar problemas legales. Pero la crítica moralista se cae a pedazos cuando se hace desde un medio de información que elige los nombres a publicar, o desde partidos políticos cuyos referentes tienen vínculos con ese tipo de estructuras financieras. Eso en el caso de creer que alguien que amasó fortunas (o las heredó, da igual), o para no personificar digámosle el Capitalismo, tuviera moral. Ofenderse con alguien que es rico gracias a la explotación, la especulación y no paga una parte de sus impuestos al Estado, suena por lo menos flojo. El problema es (o por lo menos desde nuestra óptica) que la guita la consiguió a costa de los demás, o sea, el capitalismo en sí mismo y no porcentajes contables. Que no cumpla una parte de su contrato con el Estado es una confirmación de cómo se manejan. El capital y el Estado son socios, pero en un juego que se basa en pequeñas traiciones. Es demasiado grande el esfuerzo que hay que hacer para encontrarle una beta humana, o si se quiere de empatía cuando se habla de capital. “Pues al pobre le entierra y hace propio al forastero, poderoso caballero es don Dinero”.  

Después están las cuestiones de fe, y en ese aspecto lo ideal es ser respetuoso aún con gente que cree que si el Estado recauda más dinero en impuestos todos seremos más felices. Hubo quienes calcularon la cantidad de sueldos del personal sanitario que se podría pagar con ese dinero evadido, pero seguramente se podrá calcular cantidades de escuelas, rutas o cosas por el estilo. Si fuera por ahí la cosa, también podríamos calcular las balas que puede comprar la policía para matar pibes por la espalda. Otra corriente dentro de la misma congregación cree que, además de humanizar al capitalismo y fortalecer los controles del Estado, hay que encontrar al político indicado. Esperan una especie de mesías que expulse a los mercaderes, castigue a los culpables, multiplique los panes y que los pobres sean los privilegiados. 

Que cada cual crea en lo que quiera.