Estado de excepción. Más allá de la forma jurídica que esto encierre, es la realidad que nos toca vivir hoy día en esta y muchas otras regiones del planeta ¿Qué se puede decir en momentos de desolación y desesperanza? ¿Cómo analizar la realidad si está paralizada en el tiempo como una foto de terror donde no pasa mucho y al mismo tiempo pasa de todo? Mientras quizás para algunos/as sea sólo zafar del laburo y cobrar a fin de mes otra vez, garantizando el alimento, el techo, y la vida, para otros/as es todo lo contrario: desesperación por el encierro, la convivencia, el hambre, hasta el calor que hizo estos días; la incertidumbre de no saber qué hacer para pasar el día de hoy, sólo hasta mañana. Casi todo lo que consideramos normal (ya sea bueno o malo) se encuentra trastocado; lo único que se mantiene constante, con vigor y atraviesa cualquier problemática, pandemia o guerra es la miseria de políticos y poderosos que en cada situación ven que a río revuelto ganancia de pescador. En este contexto, nos permitimos tratar de pensar igual el presente que nos toca, para entender mejor el futuro que puede devenir. Dicho esto, empecemos.

De lo económico

Hemos mencionado en números anteriores (nota Dólares) que uno de los problemas más grave que tiene la Argentina es la necesidad y la dependencia del dólar a la vez que la falta y los problemas para conseguirlos. El gobierno anterior, el de Mauricio Macri (parece que fue hace una eternidad), apostó a la primarización de la economía, es decir, producción y exportación de materias primas, sin valor agregado por la manufactura (podemos recordar cuando Mauricio había prometido ser el supermercado del mundo y no el granero… si si, pero no), y con ello al extractivismo salvaje apelando a los monocultivos intensivos (soja), el fracking (Vaca Muerta) y la minería a cielo abierto (oro), que si bien no son invento del macrismo, éste lo fomento por sobre las demás actividades, sólo superada por la ‘bicicleta financiera’; obviamente todas tuvieron resistencias principalmente en sus lugares de anclaje. Al mismo tiempo se fue arruinando la industria en nombre del libre mercado y la apertura de importaciones sin mayores problemas. Desde el 10 de diciembre y con la vuelta del peronismo al poder, al menos sus votantes, esperaban un cambio en ese sentido y en muchos otros que, si bien en apariencia comenzaban a darse, no sabemos bien hasta donde hubiesen llegado (por el bicho este que nos azota), aunque a juzgar por lo poco que se hizo en este período no pintaba bien.

Se comenzó con frenar la actualización de las jubilaciones por decreto en nombre de la urgencia, provocando un ahorro que se calculaba en aquel momento entre 6.500 y 10500 millones de dólares anuales según estimaciones privadas que obviamente, el gobierno niega. ¿Ahorro? Eso significa guita que pone de menos el Estado en jubilaciones y pensiones, que más que medida social suena a guiño al FMI. Gusto a poco. Sabor a lo mismo de antes.

En la búsqueda frenética de dólares, Alberto Fernandez, también propició el reventemos todo de Macri, siendo la minería uno de los sectores a los que benefició con una baja del 12% al 8% en las retenciones a las exportaciones. Pero no es sólo un problema nacional; la minería es el cuarto complejo exportador de la Argentina y para algunas provincias su desarrollo es clave. De acuerdo a un informe de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) este rubro explica el 80% de las de las exportaciones de Catamarca, el 74% de las de San Juan y el 71% de las de Santa Cruz. O sea, viven de eso. Y como es tan importante para todos y todas que el proceso sea limpio y no contamine el medio, lo pusieron a Juan Cabandié como Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible que es todo un experto en… en… que lo felicita a Gioja, ex gobernador de San Juan por encabezar la Comisión de Ambiente del PJ; Gioja, quien durante toda su trayectoria defendió a la minería diciendo que §trae más dólares que la soja” mientras en su provincia, más precisamente en Jachal, se demostró cómo se contaminó el agua con metales pesados producto del proceso de extracción minero. Pero no termina ahí el chiste. Desde Nación hablan de extender el “modelo sanjuanino” (no es muy gracioso el chiste) y afirman que en Mendoza, donde se levantó la población en contra a fines del año pasado, se cometió el error central de avanzar sin consenso social. O sea, se hace igual, previa campaña de convencimiento a la población, con datos falsos si es necesario y algunos tiros si es más necesario. Gestión que le dicen.

Respecto de Vaca Muerta, que ya sabemos es la salvación de Argentina (o de algunos pocos), podríamos decir que no hubo suerte. A pesar del apoyo total a su explotación, sin importar hacer mierda todo, cae el precio del crudo a nivel mundial por un conflicto en la OPEP (que es la Organización de Países Exportadores de Petróleo quien coordina las políticas petroleras de sus países miembros para influir en el mercado petrolero internacional; algunos países miembros son: Ecuador, Arabia Saudita, Venezuela y los Emiratos Árabes Unidos) que había sumado a Rusia (pasando a ser OPEP+) pero que sacando bien sus cuentas, se bajó. ¿Qué tendrá que ver con nosotros/as eso que acontece del otro lado del mundo? Es que para producir y ganar, es decir, ser rentable, se necesita un barril por encima de los U$50 y obviamente nadie va a invertir un peso si no se generan ganancias. El precio pasó de U$55,49 en febrero a U$33,91 en marzo y esto sin contar el efecto producido por el aislamiento debido al COVID-19 que lo llevo a casi U$32. Digamos que el efecto mariposa tiene de hija a esta región del mundo… menos si se trata de bajar precios.

A esto habría que sumarle la flexibilización laboral que se está dando de hecho en el sector con rebaja en los sueldos pero sobre todo en la precarización de las condiciones que durante el año pasado registraron 8 muertes y dos accidentes por día, sólo por relajar las medidas de seguridad y no contratar personal.

Otro tanto pasó con los derechos de exportación (las famosas retenciones) aplicadas al sector exportador del campo, que a partir de diciembre, se esperaba en las filas del presidente electo un aumento sustancial para financiar al Estado y disciplinar al oligarca. Puede fallar. La suba establecida al 33% en el poroto, harina y aceite de soja involucrarían a solamente de 14.884 productores de más de 1.000 toneladas por año (o sea a los grosos) que no serán contemplados en ningún mecanismo de compensación oficial, y que no es otra cosa que el tope acordado durante la gestión de Macri. Al resto, no sólo que no les aumentó sino que con el argumento de fomentar las economías regionales, bajó en varios puntos. Eso que baja acá es quizás la que están prestando los/as jubilados/as. El problema eterno de la sábana corta.

Como vemos, al menos en intenciones, hay una continuidad marcada en rasgos generales respecto del gobierno anterior. Pero no alcanza y hace reflotar lo ‘mejor’ de la grieta. Con tintes claramente políticos y en medio de una pelea intestina en la mesa de enlace, los mismos que decían “El campo no para” (cuando el paro es de otro), lanzan un paro (lockout) de cuatro días. Pero son pillos los muchachos. El lockout es el cese de comercialización de grano y hacienda, por lo que durante los cuatro días que duró no podía hacerse (vimos imágenes de estancieros parando camiones cual policía para controlar), pero sí se podía si los permisos y derechos estaban tramitados la semana anterior (¿se habrán acordado de tramitar sus permisos antes?), por lo que el cese fue más para la tele y la rosca que lo que realmente implicó para el comercio… eso sí, dependiendo del medio que escribió la noticia, fue un fracaso o un éxito total.

Para el resto de las actividades no hemos visto demasiado, pero no había sensación de mayores conflictos, al menos hasta el comienzo de la cuarentena, en el marco de negociaciones salariales por ejemplo, ya que la mayoría de los sindicatos están encolumnados en el Frente de Todos. Testigo de esto fue la rápida paritaria docente que sin ganarle ni recuperarle unos puntos a la inflación y sin cláusula gatillo fue cerrada y se dio comienzo a las clases. Es que hay que poner el hombro.

En el comienzo del gobierno de Macri, más allá de sus promesas, se entendía que su intención, por su formación político económica y social era la de bajar los costos de producción para que lleguen inversiones y seamos todos/as felices. El tema es que para este sector, el costo que se busca bajar siempre es el salario a toda costa y se logró, de hecho, con la inflación; al subir el costo de vida y con paritarias por debajo de la inflación, el poder adquisitivo real, el de la góndola, cae. Al mismo tiempo que se buscó una reforma laboral que no llegó: la famosa flexibilización. ¿Cambió algo al día de hoy? Como venimos diciendo, y sabiendo que el salario cayó en promedio en dólares a la mitad desde 2015 a 2019, con muy poco se daría alivio a muchos/as generando la ilusión de mejoría pero no por ganar más sino por recuperar algo mínimo de lo perdido en el otro período.

De todas formas, las reformas tanto laboral como previsional están siempre al acecho, y más si los sindicatos acompañan y en nombre de mantener las fuentes de trabajo aceptan cualquier cosa. Es preferible perder unos mangos que el laburo como dijera alguien en el gobierno anterior… de plantarse ni hablar.

En el día a día (pero de estos días de aislamiento), con ventas en caída salvo en sectores o productos clave (alimentos, alcohol, barbijos) se confirma una vez más que la ley de la oferta y la demanda en estos pagos se cumplen sólo para un lado. ¿Todos queremos barbijos? De 50 a 300 pesos, por la demanda vió. ¿Alcohol en gel? Hasta 1200 pesitos los 500 centímetros cúbicos. Ahora, combustible, que cayó la venta y el precio internacional se desploma, se mantiene firme, estoico en el surtidor, y empiezan las explicaciones de economistas que ante tal escenario piden una especie de ‘barril criollo’ que antes despreciaban porque les regulaba el precio para abajo. Que conveniente che.

Además debemos sumar que por la poca bolilla a los precios máximos fijados por el Estado, que el mismo Estado no cumple y compra los fideos más caros de la historia, la inflación durante la cuarentena no da tregua y los abusos en los barrios brillan por su insistencia dejando ese gustito a manoseo (el de siempre en los barrios pero ahora hay tiempo para pensar) y a olla de presión típico del conurbano en crisis. Pero con esperanza, porque el peronismo frena a sus bases cuando gobierna y como dijera Mario Negri (hoy día jefe del interbloque Cambiemos en la Cámara de diputados), Alberto es el comandante en esta batalla… menos mal.

Y para protegernos, el comandante se enfrenta con el poder real (¿?) y prohíbe despedir trabajadores (después de que Techint despidiera 1450 nada más) y para ayudar a las empresas en problemas, saca una línea de crédito al 24% para pagar salarios, que de ser por la emergencia, interés 0 sería más razonable (¿sin ganancia para el prestamista?….. el día que los curas laburen), pero que obviamente ningún banco entrega porque les parece bajísimo el margen de ganancia.

De lo político

Mucho no estuvo pasando más allá de medidas del ejecutivo, ya que no está abierto el congreso, pero lo que pasó nos pinta de cuerpo entero a estos muchachos. En menos de una semana, y viendo el caudal político que acumula Alberto Fernandez, reapareció Marcos Peña para embarrar la cancha de la mano de su trollcenter agitando una campaña para defender empresarios y pedirle a los políticos que se bajen el sueldo (mmm… no lo hizo cuando él estuvo), Pato Bullrich parece plantarse como jefa del Pro pero dividendo a la oposición por su posicionamiento duro (gana Alberto) y Ventajita Massa justo aparece con un proyecto para bajarle el 40 % de la dieta a los diputados, que con el correr de los días pasó a ser el 25, luego el 20 y al final hablan de un impuesto que pagarían únicamente los que tengan más de 20 millones en fortuna; como los apuraron, ni lentos/as ni perezosos/as, contratacan con unos proyectos de ley para cobrar un impuesto a las mayores fortunas, a los que blanquearon (que se supone ya pagaron por su evasión, lo que va a traer quilombo) y limitar las ganancias de los supermercados a un 4% sabiendo que hay productos sobre los que se gana un 120 y desde hace mucho. Miserables.

De lo social

El año ya había comenzado raro previo al COVID-19. De la grieta social que veníamos se comenzó a hacer especial atención en lo que parecía ser una lucha de clases. Nada que ver, aunque algo hay. En los últimos dos años de la gestión anterior, según el Indec (el de ellos, no el de los otros) la relación entre el diez por ciento que más gana y el diez que menos, pasó de 17 a 21 veces, ensanchando la brecha de desigualdad en la redistribución del ingreso (¡todo un éxito el capitalismo!).

Parece que, como en las elecciones gana el peronismo, los/as chetos u oligarcas que estaban en el poder, dan lugar a los pobres o populares para que den por realizadas sus metas de ascenso social. En esta región, la palabra cheto era utilizada para referirse al que tenía guita, al que nunca iba a tener problemas económicos. Hoy (al menos hasta el año pasado) la palabra cheto era usada por los/as pibes/as para referirse a algo que está bueno (por ejemplo, ‘está re cheto’) en un giro lingüístico increíble, hasta que volvió con fuerza la definición original a partir de ciertas cosas que fueron pasando y la instalación en los medios para avivar cualquier disputa de la que puedan sacar algún rédito. Podemos recordar que, cuando un pibe de barrio se la manda, enseguida la bandada instala la discusión de la suba en la edad de imputabilidad el problema de los garantistas.

Decíamos que comenzamos con creer que perdieron los/as chetos/as, ellos/as, para ganar nosotros/as (decimos nosotros por incluirnos en la clase laburante, no por ser parte de un bando o una disputa electoral), los/as pobres y laburantes por el resultado de una elección que como sabemos, de suyo, no trae ninguna respuesta real para abandonar esa pobreza, mucho menos para abandonar la clase a la que se pertenece. Pero de alguna manera se vive como una reivindicación de haberles ganado: ahora nos toca. ¿Qué sería eso que nos toca no?

Y cómo nos toca, comienza a conformarse un enemigo al cual caerle ante cualquier cosa, como durante unos años fueron los vagos y chorros ahora son los chetos. Lo peor es que los hay de los dos pero no son todos lo mismo.

La imagen que se tiene del poderoso, y eso es lo que irrita, es que hace lo que quiere solamente porque se le canta y porque sabemos (no es sólo que se cree) está por encima de la ley. Rápidamente podemos recordar al empresario que para pagar una apuesta tira un bicho desde un helicóptero a la piscina de un amigote mientras se filmaban y reían, o a Tinelli yéndose al sur a pasar la cuarentena sin sufrir consecuencias, o la jueza tucumana diciendo “soy jueza y hago lo que quiero”. Clarísimo. Entonces, todo aquel que nos remita a que hace lo que quiere, se transforma automáticamente en un/a cheto/a. Hay que odiarlo, cosa que como ahora es el tiempo de odiar chetos, está bien. Y lo simbólico nos puede; odiamos a todos los rugbiers, a los surfers, a todos/as los que llenan el changuito, a todos/as los que salen a la calle, a todos los que viajaron al exterior, a todos los que no hacen lo que nosotros/as esperamos que hagan (en todos los ejemplos hay casos que realmente son detestables pero la generalización porque es gratis, también lo es)… y comienza la delación, el ser juez, parte, gorra de todos los actos de los demás, que si encima son chetos… y también comienza la canonización de lo popular pensando que los/as pobres son buenos/as por ser pobres. Muchas de las cosas que hace el rico y poderoso no las hace el pobre solamente por la obviedad de no poder, no por bueno o generoso ¿No llenaríamos el changuito si pudiéramos? Vemos gente en los edificios caceroleando porque su bando así lo demanda mientras desde la trinchera de enfrente le ponen la marchita en los parlantes para que se callen. ¿Qué disputa es esta? Si está claro que la vida está por encima de lo económico ¿por qué defender a los poderosos de un lado y de otro?

Mientras nos frenamos a pensar estas cosas, emergen como claros ganadores (al menos por ahora) el Estado, a raíz de la situación no sólo de la región sino mundial, donde se ve día a día como los que optaron por ‘el mercado’ se ven perjudicados y sus sistemas de salud no abarcan a su propia población y emerge la idea del Estado como garante de lo colectivo y social; Alberto, en esta región por como encaró la cuarentena (hay que ver cómo termina porque si siguen manejando las cosas como con las filas de los bancos…); y la ciencia, la cual es más requerida que nunca, casi nadie discute que más fondos deben ir hacia ella y es quien se lleva todas las esperanzas de salir. También empezamos a escuchar doctores hablar de la trinchera y la batalla, ver milicos ahora buenos dando de comer y aplausos cerrados para las policías. Por ahora, gana el Estado. Ante la desesperación, la idea de un ente superior ordenando en nombre del colectivo (haciendo un millón de cagadas y beneficiando siempre a los mismos) parece imponerse por sobre hacer lo que cada uno puede que propone el mercado más carnívoro (que todos sabemos, hubiese sido peor).

Apuntamos, insistimos y seguimos tratando que en algún tiempo no muy lejano, esa responsabilidad quede en nuestras manos, las de todos/as, sacándonos de encima el lastre de creer que necesitamos de una tutela superior, organizados en pos del conjunto sin oprimir a las distintas individualidades.