Nuestro origen
La Agrupación “Los Amigos de Durruti” ha nacido al calor de las grandes jornadas revolucionarias. A las pocas horas de aquel memorable levantamiento popular de julio, un crecido número de militantes de la CNT y de la FAI se dirigieron arma al brazo hacia tierras aragonesas. Las incidencias de la guerra y de la revolución llevaron a nuestros camaradas a los lugares de avanzada. No éramos guerreros. Nuestros anhelos por una sociedad justa y humana nos lanzaron a trocar la herramienta de trabajo por el fusil. Las desviaciones surgidas en la trayectoria de la revolución española nos indujeron a intervenir de una manera activa y personal acerca de los derroteros de la misma. A principios del mes de marzo del año en curso se constituyó en la ciudad de Barcelona la Agrupación “Los Amigos de Durruti”. Nos juntamos en torno del recuerdo heroico del paladín de la clase trabajadora, un gran número de camaradas de la CNT y de la FAI, venidos unos del frente de batalla y otros que cumplieron con justeza en cuantas ocasiones se ha tenido que defender los intereses del proletariado en las barricadas, en los lugares de trabajo y en donde haya sido necesario ofrendar nuestra vida por las reivindicaciones de los parias de la ciudad y del campo.
(…)Nos hemos constituido en Agrupación para defender la revolución amenazada desde luengas fechas por los enemigos declarados de ella y por los criterios vacilantes que no supieron preservar las conquistas revolucionarias de los ataques enconados de los adversarios que permanecían agazapados en las primeras semanas subsiguientes a julio. Pero el objetivo que nos mueve a “Los Amigos de Durruti” es un sentido altamente anarquista y revolucionario, pasando por encima de los atributos del camarada que ha inmortalizado la expedición a tierras aragonesas.
Las jornadas de Mayo
El hecho más culminante que encontramos en el curso de los acontecimientos que se han desarrollado en el marco de la península ibérica, desde el momento que amanece el resurgimiento de la clase trabajadora, es el forcejeo de un colorido intenso de rebeldía que matizó con trazos de sangre el perímetro de la Cataluña proletaria. En esta fecha histórica estuvimos en la calle. Defendimos con la sangre derramada por valerosos camaradas las conquistas de julio. Fuimos a las barricadas para barrer el paso a los sectores contrarrevolucionarios que con marcado empeño se oponían a que la revolución siguiera avanzando. Nuestra agrupación alcanzó nombradía en mayo. La octavilla que repartimos en las barricadas y el manifiesto que lanzamos a los pocos días despertaron la curiosidad de un crecido núcleo de la población, al unísono, pudimos constatar el interés que sentía por nuestros objetivos la clase trabajadora. Es en las jornadas de mayo que se precisó el verdadero carácter de la revolución española(…).
La lucha de clases
A pesar del abandono manifiesto del principio básico que anima a la clase trabajadora en su pugna cotidiana con la clase capitalista, no es posible soslayar que las revoluciones de un profundo sentido social no pueden discurrir sin hacer hincapié, de una manera candente, en la lucha de clases. La acción directa, que es el verdadero exponente de la lucha de clases, no ha hallado un reflejo exacto en nuestra revolución. Mientras la clase capitalista era dueña de los destinos del país, sin estar sujeta a la más pequeña restricción en las esferas del poder, la lucha de clases tuvo campo abierto en tierra española. La Confederación Nacional del Trabajo representó el adalid de una clase que no acepta componendas ni tratos con sus adversarios. Se ha alegado que desde julio se había iniciado una época constructiva y que aquellas características salvadoras que tenían antes nuestras organizaciones debían convertirse en otros caracteres que aún no han llegado a concretarse por ninguno de los defensores del cambio de táctica. Nosotros entendemos que el espíritu de clase aún subsiste y que no debía haberse hecho dejación de aquel carácter irreconciliable que ha enfrentado siempre a trabajadores y a capitalistas.
Somos anticolaboracionistas
La pérdida de la revolución ha de atribuirse exclusivamente al error en que se ha incurrido al compartir las responsabilidades del Estado con los capitalistas de grande o de poca monta. A pesar de los enormes peligros que se ciernen sobre el proletariado español, estamos persuadidos de que es una medida absurda reforzar los organismos estatales burgueses. Precisamente se ha de seguir una táctica opuesta. Se ha de debilitar al enemigo de clase, aunque momentáneamente, por una serie de circunstancias, nos batamos juntos en las trincheras. En los momentos culminantes es cuando se ha de hacer gala de mayor decisión y de mayor oportunismo. La pequeña burguesía y los sectores marxistas no pueden vencer al fascismo sin contar con el proletariado revolucionario. Si intentan prescindir de los trabajadores auténticos serán arrollados. La potencialidad de una organización revolucionaria se ha de cotizar en su verdadero valor en defensa de la propia revolución. Ya que en julio y en mayo no se estuvo a la altura de las circunstancias, en la hora presente hemos de rectificar los errores cometidos en aras de la unidad confederal y anarquista. No tenemos necesidad de usufructuar carteras. Nuestro lugar está en los lugares de trabajo, en los campos de batalla, manteniendo el verdadero espíritu revolucionario que ha hecho invencible al proletariado que se ha cobijado bajo la enseña rojinegra. La revolución saldrá ganando si nos alejamos de los departamentos ministeriales y, en cambio, insuflamos un espíritu de rebeldía en los frentes de batalla y en las filas de la clase trabajadora.
Teníamos razón
No presumimos de videntes ni de infalibles. Pero en el caso presente la razón está de nuestra parte. En un mitin celebrado por nuestra Agrupación en vísperas de mayo decíamos que la contrarrevolución trataría de diezmar las organizaciones obreras que aún no renunciaban a la concreción de los postulados por los que están encharcados los campos españoles de sangre y de restos humanos. Señalábamos una represión despiadada. No nos equivocamos. Las cárceles están abarrotadas de trabajadores sin que la algidez de la guerra y sin que los cantos de sirena en torno a la unidad hagan rectificar a los mercaderes de nuestro solio. Se han asaltado sindicatos, colectividades, centros culturales. Se han asesinado obreros. Se han cometido innumerables tropelías. Y hasta en el caso de Maroto fuimos los primeros en levantar la voz, pues sabíamos que si no se reacciona ante los atropellos y los desmanes el enemigo coge agallas y multiplica sus desafueros.
La unidad proletaria
Somos partidarios de la unidad de la clase trabajadora. Pero queremos que se realice entre trabajadores, sin que a espaldas nuestras puedan seguir viviendo una retahíla de enchufistas y de vividores que sólo se acuerdan del proletariado para exprimirle el jugo como antaño hacían los potentados que hoy están al lado de Franco. Pero hay que concretar. Nos hemos de unir con los que tengamos un objetivo común. Pero con los sectores pequeño-burgueses todo lo más que puede establecerse es una ligera entente con vistas a la guerra, pero sin ningún compromiso por lo que afecta a la marcha de la revolución.
El asalto de la UGT por los marxistas de Moscú complica la campaña pro-unidad. No nos complace tampoco Largo Caballero. Pero si la UGT llega a situarse en un terreno revolucionario se puede aceptar una alianza, procurando que seamos los obreros de la CNT quienes arrastremos a la UGT y que no sea la UGT la que nos arrastre como casi siempre ha ocurrido. Respecto a la UGT de Cataluña hay que hacer una salvedad. Esta central sindical no tiene nada de organización obrera. Es un exponente declarado del GEPCI, de la Lliga y del marxismo staliniano. No es posible pactar con ellos. Los marxistas han de cambiar inmediatamente de táctica si no quieren ser desbordados por los propios trabajadores. Además, el Partido comunista español ha sufrido un rudo golpe con el descentramiento de la política internacional. Al convertirse Inglaterra en el eje de los conciliábulos internacionales, el poder del Kremlin deja de pesar en España. No lo olviden los marxistas. La actuación del marxismo ha sido funesta para la guerra y para la revolución. En la dirección de la guerra sólo han perseguido éxitos parciales, con el objeto de reforzar su posición política para desplazar a la CNT y a la FAI. Y así se produjo el desastre de Brunete, y así se ha tenido abandonado el frente de Aragón para impedir que los anarquistas pudiésemos vigorizar la revolución española con el despertar de nuestros hermanos de tierras aragonesas que, al verse libres de la opresión fascista, hubiesen sumado sus esfuerzos a los bravos militantes de la Confederación Nacional del Trabajo. No podrá hablarse de unidad proletaria ni antifascista mientras en las cárceles sigan arrojados centenares de camaradas. Y cuando se trate el aspecto de la unidad no ha de olvidarse que la pequeña burguesía ha de confundirse con la clase trabajadora, pero nunca que sea la clase trabajadora quien pierda posiciones en pos de los intereses de la burguesía de poca monta.
Nuestra posición
La Agrupación “Los Amigos de Durruti” mantiene un criterio especial dentro de los medios anarquistas que no está en pugna con el anarquismo ortodoxo, pero que tiende a que los esfuerzos de los trabajadores no sean baldíos en las etapas culminantes de la revolución española. De las experiencias de julio y de mayo hemos sacado la conclusión de que la revolución necesita una fuerza que la defienda y que la proteja contra los ataques de la burguesía y de la pequeña burguesía, que sólo desaparecen cuando se las aplasta. Nos damos perfecta cuenta de que el anarquista puro discrepará de nosotros en determinados aspectos, pero es necesario precavernos contra este fárrago de improvisaciones que nos presenta inermes ante el enemigo. Para vencer se ha de emplear la fuerza sin olvidar la orientación ideológica y el aspecto programático. Pero al hacer este distingo respecto al anarquismo ortodoxo hemos de señalar que también nos hallamos distanciados de los colaboracionistas con la burguesía, que comparten y refuerzan los resortes del poder que fatalmente se convierte en un dogal para la clase trabajadora. No estamos completamente de acuerdo con los anarquistas ortodoxos que en el curso de la revolución se han de emplear procedimientos y maneras que, a lo mejor, estarán en pugna con nuestra manera de pensar, pero que tienen la virtud de salvar la revolución y de llevarla a buen recaudo. Y con la trayectoria seguida desde julio discrepamos de una manera manifiesta. Nos situamos en el término medio, entre los ortodoxos y los colaboracionistas.
Camino a seguir
Hemos señalado nuestra posición no colaboracionista. Hemos de mantener una alta dosis de serenidad sin caer en los hechos esporádicos e individualistas. La revolución puede salvarse. Se precisa empezar de nuevo. Con tesón y con entusiasmo lograremos dar un giro favorable al devenir de la revolución. No caigamos en el nerviosismo estéril. Los trabajadores que están dispuestos a defender la revolución han de ingresar en nuestra Agrupación. En las fábricas, en los talleres, en las compañías, en los batallones, en el campo y en todos los lugares de trabajo deben formarse Grupos de Amigos de Durruti. Camaradas: Lucha a muerte contra el fascismo. Pero aprestémonos para renovar las jornadas revolucionarias cuando el momento sea propicio para ello.