La unidad más pequeña del colectivismo en Aragón es el grupo de trabajo. Está compuesto de 5 a 10. Y a veces más miembros. Se forman de campesinos que sostienen relaciones amistosas entre ellos/as; a veces también de los habitantes de una calle. A ellos/as pertenecen los antiguos pequeños/as propietarios/as, los/as pequeños/as arrendatarios/as, los/as medieros o jornaleros. Salen juntos/as hacia el trabajo. A su frente va el delegado.  

Muchas veces el delegado escoge él mismo a sus compañeros/as de trabajo. La colectividad distribuye la tierra a los grupos. Cuando el grupo tiene acabado su trabajo, ayuda a otro grupo. El trabajo se considera como obligación. Si los grupos de trabajo rebasan este número de miembros, cada uno de ellos recibe un carnet de productor. El delegado confirma en éste el trabajo del miembro del grupo. Los utensilios, máquinas y animales necesarios para el trabajo, son propiedad de la colectividad. El cultivo de la tierra, la ejecución del trabajo que se les encargó, son de la competencia del grupo. 

La colectividad es la comunidad libre de trabajo de los aldeanos. Su nacimiento ha sido determinado por la influencia de las ideas anarquistas. El movimiento de la C. N. T. y de la F. A. I. convocó asambleas generales de todos los aldeanos. Estos asistieron a ellas: eran campesinos, pequeños propietarios y arrendatarios. De ellas han nacido las colectividades. Éstas tomaron posesión de la tierra, del ganado y de los utensilios de trabajo de los terratenientes expropiados. Los pequeños propietarios y los arrendatarios que se adherían a la colectividad, aportaron sus herramientas y su ganado de trabajo. Se procedió a un inventario de toda propiedad e inmueble. Quien no quería pertenecer a la colectividad podía quedarse con la tierra que él mismo fuese capaz de cultivar con sus propias fuerzas. Cada colectividad sigue, aproximadamente, las siguientes normas de desarrollo: La distribución de la tierra, del trabajo, de los utensilios y del ganado, fue lo primero que se hizo.  

La colectividad hubo de ocuparse, ante todo, de asegurar la existencia material de sus miembros. Los productos del campo fueron llevados a un almacén común; los alimentos más importantes, repartidos por igual entre todos/as. Los productos sobrantes se emplean para el intercambio con otras comunas o con las colectividades de las ciudades. Los productos propios se reparten gratuitamente. Según la riqueza de la colectividad, hay pan y vino; a veces también carne y otros alimentos, sin limitación y gratis. Lo que hay que adquirir de fuera, por intercambios o compra a otras comunas o de la ciudad, o lo que existe en cantidades insuficientes, se raciona. Pero cada uno tiene lo que necesita para la vida, en la medida en que la situación de la colectividad permite satisfacer las necesidades de sus miembros. Justicia e igualdad son los pilares básicos del nuevo orden. La satisfacción de las necesidades se halla desligada de la capacidad de trabajo de cada uno/a. Ya no se dice; un buen jornal por un buen rendimiento diario; sino que, rige la norma; cada uno, según sus aptitudes; a cada uno, según sus necesidades. 

Entre las colectividades campesinas de Aragón y las empresas e industrias colectivizadas en Cataluña y en otras partes de España, existe una diferencia.  

En las empresas industriales, el trabajo, o sea la producción, está colectivizado. El consumo es individual. En las colectividades campesinas está socializado también el consumo. El nuevo sistema es sencillo, en sus características básicas; en sus formas de aplicación, variado. El jornal familiar se mide con cuotas de distribución y de racionalización en caso de escasez, distribución ilimitada en caso de abundancia. Estas son las formas económicas del «Comunismo Libertario». 

La Federación Comarcal es el conjunto de las colectividades locales en un distrito. Forma una unidad económica, reuniendo diez a veinte comunas. La colectividad de trabajo de cada pueblo envía un inventario exacto sobre la extensión de las tierras, sobre la propiedad de la comuna en máquinas y medios de transporte, en ganado y, sobre todo, en existencias y productos propios, a la Federación Comarcal. Esta posee almacenes y dispone de los productos agrícolas de todos los pueblos adheridos y de las colectividades; envía los productos para el intercambio a la Federación Regional, y, en algunos casos, a Barcelona. Con el líquido obtenido adquiere géneros y productos que necesitan las colectividades. La mayoría de las federaciones comarcales ya poseen almacenes considerables. Los pueblos pueden cubrir con ellos sus necesidades. En la comarcal encuentran todo lo que necesitan.