En marzo de este año, un hombre oriundo de Australia que se describe a sí mismo como “etno-nacionalista” y “eco-fascista” asesinó a 51 personas en dos mezquitas diferentes en una ciudad de Nueva Zelanda. Este ataque fue transmitido en vivo desde su cuenta de Facebook. Minutos antes publicó un manifiesto de 74 páginas detallando sus razones para el ataque, entre éstas incluyó memes y consignas que forman parte de un tipo especifico de cultura, una identidad colectiva con la que pareciera reconocerse.

Sus creencias no son sólo preocupantes, sino absurdas. Desde creer en la superioridad de su identidad racial y étnica, hasta la idea de que los “mercados capitalistas globalizados” son la causa del aumento de la población y que ésta es la causa del calentamiento global, por lo que se necesita desesperadamente de un control de la población. También menciona, entre sus escritos, haber sido comunista de joven, luego anarquista y finalmente un libertario, antes de identificarse como eco-fascista.

Una y otra vez, en su manifiesto deja claro que cree que las personas son definidas puramente por su identidad colectiva. Europeos, africanos, cristianos, musulmanes, extranjeros, demócratas, antifas… nadie es un individuo, nadie pareciera valer más allá de su grupo de identidad. Su ataque dice ser en venganza por las “miles de vidas europeas perdidas en ataques terroristas”.

Sólo un mes más tarde, el domingo de resurrección de las pascuas cristianas, varias explosiones sacudieron Sri Lanka eligiendo como objetivos principales iglesias y hoteles. Esta ola de ataques terroristas dejó un saldo de 258 personas asesinadas (incluyendo 45 niños/as), y más de 500 heridas. Varias de estas explosiones fueron llevadas a cabo por medio de ataques suicidas, ISIS se responsabilizo del ataque en lo que parecería ser una respuesta a los hechos de Nueva Zelanda.

“Los tutsis no merecen vivir. Hay que matarlos. Incluso a las mujeres preñadas hay que cortarlas en pedazos y abrirles el vientre para arrancarles el bebé”, mensaje transmitido en abril de 1994 por la Radio Televisión Libre, Ruanda.

Estas situaciones, por atroces que sean, no terminan de sorprendernos. Escuchamos con frecuencia las formas horribles en las que los seres humanos deciden matarse unos a otros. Conocemos la cantidad de sangre derramada en nombre de las religiones o en la formación de los imperios y los Estados, incluyendo los antiguos y originarios. Pero éstos nunca fueron los únicos motivos para los asesinatos y el genocidio.

Durante la guerra civil en Ruanda, se produjo lo que hoy conocemos como el “genocidio de Ruanda” o “genocidio contra los Tutsi” ya que ésta es la etnia a la que se apuntó como objetivo de los ataques. El plan llevado adelante por la elite política de otra etnia (Hutu) provocó la muerte de casi un millón de personas en sólo tres meses, alrededor del 70% de la población Tutsi. Durante este tiempo se estima que entre 250.000 y 500.000 mujeres fueron violadas.

Los Tutsi y los Hutu comparten el mismo lenguaje, y mucha de la misma historia ya que sus diferencias etnicas y culturales pasaron a convertirse en un sistema de castas durante la colonización por parte de Bélgica. Sin embargo, la mayoría de las víctimas fueron asesinadas en sus propias aldeas o pueblos, generalmente a manos de sus vecinos.

Hablamos, en otras ocasiones, de cómo algunas particularidades en nuestros cerebros nos llevan a creer ciertas cosas o aceptar otras de forma automática, evitando todo filtro de pensamiento crítico y de cómo las redes sociales se aprovechan de estas fallas para generar sus ganancias. En esta misma linea existe otra característica de nuestros cerebros que es, en cierta parte, responsable de mucho de lo que venimos hablando.

Esta es la facilidad que tenemos para formar grupos, un proceso natural donde en base a prácticamente cualquier cosa comenzamos a forjar una identidad compartida. Este tipo de pensamiento tribal no es malo en sí mismo, pero sí puede desencadenar la tragedia cuando la polarización de nuestro grupo genera una mayor distancia con los otros.

Nuestra identidad tiene mucho que ver con la lealtad a un grupo, por lo que pensar en términos de nosotros/asy ellos/as es una propiedad esencial de nuestros cerebros. El origen de muchos de estos grupos o identidades colectivas son, generalmente, características fuera del control de los miembros, puede ser el lugar donde nacieron, la religión que heredaron, el color de piel, la orientación sexual, las comidas que comen o no, incluso la escuela a la que fueron. Luego están las afiliaciones políticas o filosóficas, los sistemas de creencias, etc.

Es así que cualquier disputa que en la superficie pareciera ser de carácter politico o filosófico en lo profundo puede que no sean sino meras justificaciones para las emociones del tipo ellos vs nosotros. Este nosotros/as es un tipo de cemento cognitivo, una adaptación biológica para que las personas podamos trabajar juntas, pero la contrapartida a ese nosotros/as puede, rápidamente, convertirse en algo negativo ellos/as.

Cuando la polarización entre dos grupos es extrema vemos hechos como los de Nueva Zelanda, Sri Lanka y tantos otros. Pero también podemos ver manifestaciones de lo que el pensamiento tribal puede ocasionar en nuestro cotidiano y cómo somos parte en favorecer a esta forma de pensar y elegir no sólo una identidad sino todo lo que la acompaña.

Una vez que formamos parte de un grupo y aceptamos sus creencias fundamentales podemos llegar a, ante los mismos hechos, tener interpretaciones diferentes que las que se tienen en otros grupos. Muchas veces decimos que vivimos en una era de la pos-verdad pero esto es una simplificación de la realidad. La verdad es que siempre interpretamos los hechos de la forma que mejor encaje con nuestras necesidades, y nuestra necesidad no siempre es perseguir la verdad. Estamos más motivados/as en ser un buen miembro de nuestra tribu, en tener una identidad que sea coherente o simplemente mantener nuestro trabajo, familia, amistades e incluso la comunidad alrededor de una iglesia o creencia. Y, si esto está en juego, estar equivocados/as sobre el calentamiento global, las vacunas o la circunferencia de la tierra es un precio aceptable a pagar, ya que ir en contra de los valores y pilares fundamentales de tu grupo puede crear un daño tanto material como emocional. Las personas valoran mucho más el ser buenos miembros de su tribu que estar en lo correcto, llegamos a elegir estar equivocados si eso nos mantiene en buenos términos con nuestros pares.

En su manifiesto, el asesino de Nueva Zelanda les recomienda a sus seguidores seguir sus pasos y buscar las formas de influenciar en la gente sus ideas de una forma que evite todo razonamiento y se base puramente en la emoción, de esta forma busca fomentar la polarización y el odio:

“Basta de intentar persuadir a la población con estadísticas, gráficos, tablas y números. Una diferencia del 0,7% puede significar algo para unos pocos, pero una expresión ingeniosa o un poster bien armado puede convencer a muchos.

Los humanos son emocionales, son manejados por emociones, guiados por emociones y buscan expresiones y experiencias emocionales. La repetición monótona de datos de inmigración y estadísticas simplemente va a aburrir a las masas.

Se creativo, se expresivo, se emocional, y por encima de todo se pasional. ”

La idea de apelar a la emoción para evitar ciertos filtros de pensamiento es algo común y parte del discurso político que se usa desde la izquierda hasta la derecha. Esto nos lleva a que cualquier tema, incluso basado en evidencia, pueda ser politizado. El ejemplo más notorio es el cambio climático y como la industria, los combustibles, la deforestación son, en parte, responsables de esto. Las palabras del presidente de EEUU son claras cuando le habla a sus seguidores al decir que todo esto es una mentira de China para dañar la economía norteamericana. Nuevamente ellosynosotros.

Pero para reflejar mejor este tema en cuanto a la identidad colectiva y la politización de ciertos temas podemos mencionar a la vacuna del VPH (Virus del Papiloma Humano). Una enfermedad de transmisión sexual extremadamente común y una de las causas principales, si no la única, del cancer cervical. Un tipo de cancer que mata a 270.000 mujeres al año. En Argentina se diagnostican cada año cerca de 5000 casos nuevos y mueren aproximadamente 1800 mujeres anualmente a causa de esta enfermedad.

La vacuna previene la enfermedad con lo que puede prevenir este y varios otros tipos de cáncer relacionados (la vacuna también se recomienda en varones), teniendo en cuenta que más del 80% de las personas sexualmente activas van a contagiarse alguno de los mas de 200 tipos de VPH en algún momento de sus vidas se logra la mayor efectividad en la aplicación temprana. Estamos hablando de entre 9 y 14 años.

Hace ya varios años que los medios de difusión conservadores y los politicos republicanos en EEUU lanzaron una campaña masiva contra esta vacuna, desde su vision moral y religiosa no querían pensar que sus hijas en algunos años iban a tener sexo y mucho menos que podrían llegar a contagiarse de una enfermedad de transmisión sexual. Los medios, apelando a la emoción intentaron una y otra vez implantar diferentes discursos para generar miedo y entre otras cosas decir que esta vacuna “alienta a los niños a tener sexo”.

Al identificarse con cierto colectivo-tribu-grupo se aceptan un número de normas y principios que de no cumplirse pueden llevar al individuo al ostracismo. Ser de “derecha” implica creer en ciertas cosas y ser de “izquierda” lo mismo. Los/as “anarquistas” no estamos ajenos/as a esto, por supuesto, y la forma en la que buscamos romper con estas dinámicas es alentar a cuestionarlo todo, incluso lo que nosotros/as mismos/as tenemos para decir.

Al mismo tiempo que se daban estas campañas contra la vacuna del VPH la tasa de vacunación contra la Hepatitis B, otra enfermedad de transmisión sexual era del 95%. No había discusión, la diferencia es que una fue politizada y la otra no. Lo volvieron un tema moral, un problema de ellos vs nosotros, de izquierda vs derecha. Pareciera que esto no tiene sentido pero, de nuevo, ser un buen miembro de la tribu es más valioso que estar en lo correcto.

Niveles bajos de polarización pueden ser benéficos ya que crean comunidad y solidaridad dentro de los grupos, sin los riesgos que existen cuando estos niveles aumentan. Pero, si bien nuestra psicología tribal es parte del problema existen fuerzas externas, campañas orquestadas, para persuadir grandes segmentos de la población basadas en sus identidades colectivas. Como en el caso de las redes sociales, existen herramientas creadas por gobiernos, corporaciones y politicos de todos los colores que buscan explotar características de nuestro pensamiento tribal.

En palabras del operador politico Duran Barba: “en política, el ataque enciende los sentimientos del elector común. No es un tema de razones sino de pasiones. Debemos tratar de que nuestro mensaje provoque polémica. Más que perseguir que el ciudadano entienda los problemas, debemos lograr que sientan indignación, pena, alegría, vergüenza o cualquier otra emoción”.

Vemos este fenómeno en lo que llamamos “la grieta”, la búsqueda de la polarización política en el terreno social; familias, amistades y todo tipo de relación parece tener que estar atravesada por esta división. Se puede ser kirchnerista o anti-kirchnerista, macrista o anti-macrista, pro-aborto o anti-aborto, de izquierda o de derecha. Estrategias para conseguir alianzas y votos que explotan nuestra necesidad de una identidad común con otros/as. A mayor polarización vemos cómo estos grupos identifican a sus contrarios como kukas, globoboludos, etc., resentimiento y venganza que buscan ocultar las verdaderas divisiones que corren por fuera de nuestras identidades colectivas y que tienen que ver con las condiciones materiales de nuestra existencia. Se despoja a los individuos de su humanidad para entenderlos sólo como parte de ciertas categorías a las cuales atacar.

Cada uno/a tiene que preguntarse ¿Cuántas veces vimos a alguien determinar los valores, las ideas, la culpabilidad o inocencia de una persona basados solamente en asumir su identidad colectiva? ¿Cuántas veces escuchamos decir que existen diferencias irreconciliables con otras personas solamente por su genero, religión, color de piel o su orientación sexual? Estas ideas se basan en la misma lógica falaz que el tirador de Nueva Zelanda usó para justificar sus acciones, las misma que usan quienes llevan a cabo atentados contra “los infieles” en nombre de algún dios. Necesitamos darnos cuenta de esto.

Una forma de pensamiento tribal no es simplemente buena porque se tenga buenas intenciones, este no es un tema de blanco vs negro, derecha vs izquierda, hombre vs mujer. Mientras más pensemos en estos términos, es mayor nuestra participación en el tribalismo, creando distancias cada vez mayores. Con más frecuencia esas distancias se llenan de odio, violencia y muerte.

Sólo porque podamos categorizar a una persona como parte de un grupo especifico eso no significa que esa categoría defina quienes son; somos mucho más que las etiquetas que podemos colocarnos. Sólo cuando podamos dejar de juzgar a las personas en base a sus identidades colectivas vamos a tener una chance de alejarnos de las divisiones tribales y aprender a apreciar las experiencias compartidas que nos hacen a todos humanos.