El ciudadanismo es el lugar a donde fue a parar la socialdemocracia junto con lo que alguna vez se llamó izquierda revolucionaria y algunos de los sectores mal llamados “anti-sistema”. Un tipo de política que procura superar la lucha entre oprimidos y opresores, que busca reformar el capitalismo y el Estado, pretendiendo que sean más “humanos”. Criticando sus “excesos” y denunciando “injusticias” a partir de un activismo difuso, generalmente con respuestas artísticas y mediáticas, donde lo que importa es más el marketing que la acción. De esta forma, busca alejar a facciones conflictivas en la sociedad y convertirlas en los llamados “movimientos sociales”.

No cuestionan los mecanismos reales de control sobre la sociedad, sólo se busca una mayor democratización de la sociedad de forma pacífica, y si es posible divertida. Quienes llevan adelante estas propuestas buscan luchar pasándola bien y el Estado les recompensa dándole las victorias necesarias para que, en un esfuerzo conjunto, se moldee a las personas en ciudadanos. Dominados y dominadores tienen que llevar una sonrisa constante y comportarse “correctamente” para no ser juzgados por sus pares. Dominadores y dominados comparten una ideología profunda en el Ciudadanismo, lo que hace imposible cualquier conflicto real entre ellos.

Pero lo real no se resigna a permanecer atrapado en estos cuentos de hadas. En una sociedad donde lo que prima es la desigualdad, el espectáculo de ciclistas sonrientes y recogedores de caquita de perro se cae estrepitosamente. Y, cuando lo hace, lo hace con violencia.

Diciembre suele ser un mes donde se espera el conflicto. La angustia de todo un año de explotación termina siendo liberada de una forma u otra, pero los últimos años se ha vivido una relativa paz social. El gobierno decidió que sea este mes donde se traten las reformas a la ley provisional, entre otras medidas. Su apuro era lógico, una vez pasada esta etapa se podía esperar que los meses de verano mantuviesen a la gente en calma hasta el comienzo de las nuevas sesiones legislativas, donde se podría seguir con las reformas a la ley laboral.

El 2017 estuvo marcado por el asesinato de nuestro compañero Santiago, su búsqueda impulsó reclamos en todo el país y la acción de los/as anarquistas en las calles fue duramente criticada. La paz social y el rechazo a la llamada violencia política debían mantenerse, y de ambos lados de la grieta se apuraron en señalar y fomentar un tipo de protesta ciudadana y pacifica, no vaya a ser cosa que se moleste a alguien con la muerte de un anarquista.

Este esfuerzo conjunto, de un lado catalogarnos como terroristas y del otro como infiltrados/as de la policía, lograría fortalecer, en la clase media, la idea de que la protesta tenía que ser pacifica. La oposición saldría solamente a criticar los “excesos” de las fuerzas de seguridad, y a horrorizarse si en medio del combate se hubiese golpeado o detenido a algún periodista.

No había demasiadas dudas de lo que iba a pasar en diciembre y el Estado movilizó a la Gendarmería para defender el Congreso. Un chiste negro o una provocación el usar a esta fuerza que es la misma que atacó al Lof Cushamen cuando nuestro compañero estaba acompañando su lucha.

Se combatió, no sólo en la plaza sino en las calles aledañas, se armaron barricadas y entre viejos y jóvenes se puso freno al Poder Legislativo. A pesar de los intentos de pacificación, la memoria colectiva pudo mas y demostró que la calle todavía es un espacio en conflicto, que no ha sido entregado completamente al Estado. Hubo detenciones por decenas, entre ellas un compañero anarquista, Diego, todavía encarcelado hasta estos días. El Estado no se toma estas ofensas a la ligera.

“La sociedad argentina quiere orden democrático, no quiere que tiren 14 toneladas de piedras contra el Congreso. La sociedad argentina ha decidido vivir con más orden”. Patricia Bullrich

El 18 de Diciembre intentaron nuevamente llevar adelante la sesión y lo consiguieron, la oposición entendió que lo más importante era resguardar las instituciones. En la calle se vivió casi la misma historia, se combatió con la policía pero esta vez no fue suficiente, si de algo está convencido este gobierno es que dar un paso atrás es una muestra de debilidad y no van a cambiar de dirección, no les importa cuanta gente se movilice en su contra.

Esa noche las calles fueron tomadas nuevamente, esta vez desde la protesta pacifica y ciudadana, controlando y atacando a quienes tenían una actitud provocativa. Incluso cuando sólo era un vecino que intentaba pasar a su casa a través de las vallas.

Es que el espacio público es el fetiche del ciudadano, tiene que ser cuidado y respetado, es el lugar donde se protesta sin romper las leyes porque lo público se piensa que es de todos/as, olvidando que es el Estado quien regula y por medio de su poder de policía decide cómo se usa tal espacio. Las cacerolas continuaron sonando algunos días, conviertiendo, de a poco, la protesta en una fiesta, una juntada para pasarla bien y divertirse en las noches de verano.

“Hace 35 años que venimos postergando un debate muy sensible que como sociedad nos debemos. El aborto. Como dije más de una vez, estoy a favor de la vida pero también a favor de los debates maduros y responsables que como argentinos tenemos que darnos” Mauricio Macri.

Macri fue el primer presidente argentino en pronunciar la palabra aborto en un discurso de apertura de sesiones ordinarias. Hace once años se presentó, por primera vez, el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo. Lo volvieron a presentar siete veces más. Cuando el movimiento de mujeres, en conjunto con esa oposición que canta siempre que puede que Macri es “la dictadura”, comenzó a apuntarlo por no llevar adelante el debate por el aborto, él se corrió del lugar y habilitó que se discuta libremente. De esta forma reforzó al Poder Legislativo que había sido golpeado unos meses atrás.

Pero, más importante, demostró cual es el camino correcto para resolver los conflictos y hacer los reclamos. Cada cosa tiene su canal correspondiente porque Macri es la democracia, no la dictadura.

Lo que busca es la formación de buenos ciudadanos que respeten la Ley. Incluso cuando la ley signifique hambre, enfermedades, desolación y muerte. Cuando las medidas que se llevan adelante lo único que generan es mayor desigualdad, necesitan que la clase media se posicione contra la violencia, Aquellos/as que todavía tienen la panza llena van a salir a apuntar a quienes no soporten más y busquen por todos los medios ser escuchados/as o, simplemente, descargar su bronca.

Dentro del Congreso quienes siempre estuvieron “enfrentados” se abrazaron, cantaron y lloraron. Se sacaron fotos juntos/as, demostrando que sólo hace falta un pañuelo para formar un puente sobre esa grieta ficticia de la que nos quieren convencer. Afuera esta vez no había destrozos ni gran presencia policial, se esperaba pacientemente el resultado de la votación; no faltó el glitter, la música y las risas. No fue otra cosa que una fiesta de la democracia, una oda al ciudadanismo.

Y en las redes, los memes, los festejos, los marquitos para la foto de perfil y gritos de gol se multiplicaron exponencialmente. En medio del espectáculo, algunos/as de quienes habían estado combatiendo al Estado hace sólo unos meses atrás, ahora lo aplaudían. Ya no importaba que fuesen los mismos personajes los que habían decidido recortar la guita de los viejos y de los que menos tienen, esta era una obra diferente y su final merecía un aplauso de pie.

Se dice con orgullo que los/as mas jóvenes se movilizaron con este tema, y si bien es grato ver gente joven que discuta y se movilice, de alguna forma la enseñanza que esto deja es mas bien triste. Se marcó una forma de hacer las cosas bien, un tipo de protesta que consigue resultados y si el resultado no es el que se espera de todas formas ya estan jugando su juego. Cuando nuevamente se tenga que salir a tomar las calles para defenderse de las medidas que impulse el gobierno va a haber violencia. Porque si bien es simpático repetir que “si no puedo bailar, no es mi revolución” la realidad es que ninguna revolución se hizo bailando. El Estado no va a ceder y no va a llevar adelante leyes a menos que le convengan de alguna forma, ya sea para poner fin a un conflicto social o para adoctrinar y desarticular a una parte de la población. Cuando no le conviene sencillamente va a llenar de sangre las calles, va a golpear, encarcelar y asesinar para de esta forma separar a los violentos de los ciudadanos.

Hace tiempo alguien decía que “la religión emponzoña todo”, de igual forma hoy podemos decir que el ciudadanismo es el veneno que va a terminar aniquilando todo intento de rebelion, ya que es un nuevo tipo de policía al servicio del Estado.