Abusar de niños/as a su cuidado. Violarlos y golpearlos hasta el desmayo. Esa era la costumbre de varios curas, monjas y laicos en Mendoza. Pero algunos/as ya venían haciéndolo en La Plata, y antes en Italia. Las mismas personas, algunas durante 30 años, cambiando de lugar a medida que se hacían las denuncias. Capellán del Servicio Penitenciario alguno, otro bendiciendo armas de milicos asesinos, y los más sádicos, a cargo de niños/as con alguna dificultad. Protegidos/as hasta el día de hoy por la Iglesia Católica, por el jefe máximo del Estado Vaticano y parte del Poder Judicial. Dios y el Estado.

Abunda hoy la información y los testimonios de miles de víctimas de la Iglesia Católica. Testimonios atroces de violaciones y vejámenes de todo tipo. También se pueden leer testimonios de victimas de ISIS, en nombre de otro Dios (y una idea casi igual del Estado). Nadie en su sano juicio defendería a los violadores sunitas, pero lamentablemente lo de los curas católicos no es tan así. No importa que se sepa de casos desde hace décadas, que públicamente se pueda leer la manera en que vienen protegiendo y encubriendo a violadores de niños/as y que todo cura sepa cómo actuar para que no salte la bronca. Se sigue tratando el tema como algo personal, como un exceso de un funcionario. Una oveja descarriada. Igual que un policía y el gatillo fácil. Pero el problema es mucho más profundo sin dejar de ser simple.

En el caso de la católica y otras, no solo niegan la libertad del individuo, sino que llegan a negar la propia naturaleza humana como forma de adoctrinamiento a las fantasias de un libro que los hace creerse emisarios de Dios y de esta forma poder justificar lo que sea.

Quizás porque el Santo Padre que vive en Roma es “peronista y argentino”, porque desde que asumió su papado se lo vende como progre. Tal vez porque la religión permanece como cultura, y desde “la mano de Dios”, hasta disfrutar la mesa familiar festejando el nacimiento del niño Jesús el 24 de diciembre, genera que la mayoría de la población no vea a la Iglesia como enemigo. Es difícil de encontrar un porque. Seguramente no pasa por algo local, ya que las víctimas son miles y por casi todo el mundo andan unos 500 mil curas. Sera porque por lo menos ahora no queman gente.

Por ahora esa cuestión de no ver a la iglesia como parte del problema, sirve a los distintos gobiernos. Desde Bolsonaro en Brasil haciendo alianzas con la Iglesias Evangélicas, pasando por Evo Morales viajando a la Santa Sede a celebrar el nombramiento del primer cardenal “indígena” de Bolivia o terminando con Alberto Fernández sacándose la foto con la bandera argentina de una lado y la vaticana del otro para hablar de combatir el hambre en Argentina. Ningún político importante confía plenamente en las iglesias, pero sigue generando alianzas mientras los pastores “tengan votos”. Y la Iglesia, que sabe “tiene votos”, hace que el día de “la inmaculada concepción de la Virgen” el presidente electo y el saliente se tengan que bancar la misa en la basílica de Luján, escuchando de parte del cura frases como “no caer en la tentación de destruirnos al otro”. El señor obispo no aclaró si ese “otro” incluye niños/as, seguramente no.

Las Iglesias, las religiones siempre fueron parte del poder. Compartieron o disputaron con los distintos gobiernos el control sobre la población, la imposición del respeto a la autoridad. Algunos pensadores dirán que la idea de Dios y sus reglas son el origen del Estado. Cuesta poder hacerse eco de esa frase de moda que reza “Iglesia y Estado asuntos separados”, es como intentar separar Estado y Capital.