Que los medios de información son una caja de resonancia social no es ninguna novedad; sin embargo, no está de más resaltarlo ya que es evidente que para que un hecho cualquiera adquiera relevancia mediática, inevitablemente debe pasar por el prisma de los medios. Esto no es malo per sé, pero sí es una característica esencial de las sociedades modernas. De esta forma, la agenda mediática propuesta por los medios de información como “lo noticiable”, es lo verdaderamente real para la lógica periodística sin importar el soporte. Algunas semanas lo importante será el “riesgo país” o el dólar, o los secuestros, o la pelea política, la “grieta”, Messi, Maradona o quien se les ocurra.

¿A qué viene esto? Simplemente a resaltar la preponderancia social y la incidencia de los medios de información como constructores de realidades. Igualmente, la nota no va en la idea de teorizar sobre los “mass media”, sino de entender que “lo relevante” en la arena pública es lo que mediáticamente se imponga como tal. 

Desde hace algunas semanas el periodismo vernáculo opina, sin ningún tipo de vergüenza, sobre las criptomonedas, los bitcoins y los/as gurúes que las defienden. Todos/as tienen algo que decir, pero los aportes parecen nulos de acuerdo a los conocimientos que se tienen de este nuevo fenómeno global. La intención del escrito era inmiscuirse un poco en eso de las monedas virtuales, pero pensándolo mejor, parece más oportuno, por el contrario, indagar en la moneda impresa, tal cual la conocemos y naturalizamos como algo dado pero que, como todo, tiene un inicio, una historia y un porqué. Tal vez, y a partir de lo que esta nota pueda aportar, el tema de las monedas virtuales sea tratado más adelante.

Una aclaración que no está de más hacer es que este pretendido acercamiento teórico (por llamarlo de alguna manera) lo haremos a partir de ideas preconcebidas por otros autores con cierta afinidad intelectual y social. Por ejemplo, David Graeber, le confiere al fenómeno de la aparición de la moneda una preponderancia histórica y social determinada por la posibilidad del ejercicio de la fuerza material. De esta manera, para dicho autor la acuñación de la moneda no es un hecho naturalmente evolucionado, sino producto de un contexto dado: “el origen de la moneda, tal como hoy la conocemos, es el establecimiento de un mecanismo concreto, puesto en marcha por una institución de poder (Estado, ejército, rey, grupo militar dominante) para la recaudación de tributos u obligaciones de pago en una comunidad. La moneda acuñada fue a menudo aquello que la casta militar dominante determinó aceptar a cambio de perdonar la vida a una comunidad conquistada. Para ponerla en circulación se distribuía como medio de pago a los soldados de sus ejércitos. La posesión de moneda confería un poder adicional a los soldados frente a las poblaciones conquistadas, que se veían constreñidas en un estado de doble sumisión (militar y económica) ante los invasores. Este es el verdadero origen de la moneda y no una evolución “amable” ideada para “solucionar los problemas derivados del incómodo trueque”. Y sigue Graeber diciendo que “los sistemas monetarios modernos se edifican, por tanto, sobre la capacidad de alguna fuente de poder para recaudar tributos mediante el ejercicio de la violencia. Esta fuente de poder militar, amparada en su capacidad para ejercer la violencia, contrae deudas con una o varias instituciones privadas que han conseguido acumular volúmenes de riqueza material y poder financiero. A cambio de ese préstamo (normalmente asociado a campañas militares, proyectos de conquista, guerras de anexión u operaciones de rapiña) se entrega a una o varias instituciones financieras asociadas el monopolio para la acuñación y puesta en circulación de monedas “de curso legal” (válidas para el pago de impuestos) en un proceso progresivo de monetización de la deuda contraída. Así nacen posteriormente los “bancos centrales”. Por último, y para cerrar la idea de este autor:“la creación de los bancos centrales (controlados de manera efectiva por entes financieros autónomos) representó la institucionalización de ese matrimonio de conveniencia entre militares y grandes prestamistas. Estado y mercados de capitales se retroalimentan en un círculo de hierro destinado a perpetuar una estructura de control al servicio de las élites, y cuyo principal objetivo es la explotación de las clases subordinadas. Los estados siempre se han endeudado para financiar guerras. Con los botines obtenidos, fruto del saqueo y el pillaje, se ha pagado parte de esa deuda en una ecuación que siempre se mantiene en desequilibrio, ante la necesidad de pedir nuevos préstamos” (…) “los mercados modernos de capital no operan al margen de los estados. Necesitan, por el contrario, un sistema organizado de represión, policial, judicial y militar, proporcionado por esos mismos estados para poder mantenerse”.

La tesis de este autor intenta tirar por la borda la idea que recorre los estudios de economía clásica que sostienen todos, aunque con matices, que el dinero se inventó para dar respuestas efectivas a los problemas ocasionados por la complejidad del trueque en sociedades cada vez más numerosas y distantes socialmente. Con esto no niega la existencia del trueque como relación, sino que critica la idea sostenida de que las sociedades “evolucionaron” naturalmente del trueque hacia formas monetarias concretas. Para Graeber, como dijimos en párrafos precedentes la acuñación de la moneda es un componente histórico, avalado con la posibilidad concreta de ejercer violencia física y simbólica, aunque este último aspecto lo entiende como algo secundario (y tal vez esa sea una debilidad argumental, ya que el aspecto simbólico/subjetivo parece estar ausente en el análisis de dicho autor).

Por su parte, Enric Durán (revista Crisi – 2008) pone el foco no tanto en el aspecto histórico/represivo/material, sino en un abordaje más anclado en lo histórico/subjetivo/especulativo (sin negar por ello la característica de imposición a través de la fuerza que es evidente que tiene). Para Durán “el origen del negocio bancario se remonta a cuando el oro era el dinero real y, como tal, lo guardaba el orfebre en su almacén. Como el oro era muy pesado e incómodo de mover, el dinero en circulación eran participaciones de este dinero metálico. Un día, el orfebre pensó que podía cobrar interés por el préstamo de estas participaciones y para compensar empezó a pagar un interés menor a los depositarios de este oro; así se inició en Europa el negocio bancario” (…) “Este sistema tenía el problema de que la posibilidad de prestar dinero estaba claramente limitada por la cantidad de oro en circulación; entonces los orfebres, ya convertidos en banqueros, inventaron el sistema de reserva fraccionaria, que consiste en qué sólo hay en reserva una parte de lo que realmente se presta. Esta proporción acostumbraba a ser del 10%, es decir, 10 unidades en circulación por cada unidad real de oro existente en la reserva. Para controlar el riesgo que eso significaba si se sabía que no había dinero para devolver a todo el mundo, se creó el sistema de bancos centrales, los cuales dispondrían de reservas de oro adicionales para poder prestar a los bancos en momentos de crisis. Con el tiempo, el sistema de bancos centrales y reserva fraccionaria se ha convertido en el dominante en el mundo; el oro que garantizaba el dinero en circulación fue menguando hasta que en el 1971 se hizo desaparecer el patrón oro, es decir que se dejó de usar el oro como base real del dinero.

El dinero que se crea hoy en día, se crea básicamente a partir de préstamos, es decir en forma de deuda, ya sea pública, comercial, externa o de particulares. Y no sólo eso, sino que cuando se devuelven las deudas, este dinero desaparece, de manera que así el sistema financiero dispone de una herramienta para ampliar o reducir el dinero en circulación. El dinero, lo crean los bancos centrales y los bancos privados. Sólo entre el 3 y el 5% del dinero en circulación ha sido creado por los bancos centrales, el resto lo crean los bancos privados a través de los créditos, así como (y cada vez más) a través de complejos sistemas de especulación financiera”.

De esta manera, para Durán el dinero en circulación se crea en forma de deuda con intereses y no colapsa este complejo entramado por dos cuestiones básicas: porque se financia con el endeudamiento creciente y sostenido; y porque hay “morosos” (entendido dentro de esta lógica) que no devuelven el dinero principal de la deuda y sólo pagan intereses una y otra vez.

Hasta acá, un breve y esquemático acercamiento teórico al tema del origen del dinero como relación social. La intención, en estas primeras líneas, fue una introducción a partir de dos autores que comparten tronco ideológico, pero que difieren en la manera de encarar la problemática. En números futuros, se intentará partir de este bosquejo general, para profundizar en la temática del origen del dinero y sus implicancias sociales.