“La gente harapienta, miserable, mal vestida, que asaltan un banco. ¿para que asaltan un banco? No para quedarse el dinero, podrían haberse quedado el dinero, nadie se lo impedía. Pero sacaron ahí cajones llenos de billetes, y nadie les impedía quedarse ese dinero, sin embargo, no. Habían hecho un fuego, una hoguera, echaron los billetes a la hoguera y nadie se quedaba ni un billete. Cuando alguien les decía ¿pero por que quemáis el dinero? Pues el dinero es nuestra maldición, hasta ahora hemos sido pobres porque no teníamos dinero. Si eliminamos el dinero, si quemamos el dinero, ahí está nuestra gran riqueza. Era una especie de… una sociedad que se desmorona y otra sociedad que nace”
De anécdotas como la de arriba, hay a montones. La Revolución del 36 en España dio paso a realizar proyectos que se venían proponiendo desde varias décadas atrás y al ensayo de otros nuevos, que surgían mientras se libraba una guerra contra el fascismo. Guerra que se perdió y se pagó con una dictadura, y, sin embargo, sigue siendo un hito en la historia de la lucha de clases.
Hoy resulta tan lejana, de un mundo que parece haber cambiado demasiado y es difícil de hablar sin un dejo de nostalgia o romanticismo. Pero consideramos que vale la pena reflexionar, aunque sea por arriba, sobre algo que hoy podría seguir siendo útil para la lucha. Hablamos del trabajo a largo plazo, la voluntad militante.
Pasaron décadas desde que las ideas anarquistas fueron difundidas y surgió una propuesta de organización revolucionaria de la clase obrera y campesina. Fueron años de militancia, entre persecuciones, prohibición de organizarse, compañeros exiliados o muertos. La famosa CNT (Confederación Nacional del Trabajo), formada en 1910, fue el resultado de un largo proceso que comenzó con la formación del núcleo organizador de la sección española de la AIT (Asociación Internacional de los Trabajadores) en 1869. Hubo discusiones sobre colectivismo y comunismo, pasando por el tipo de sindicalismo y la táctica de lucha, como la insurrección, la gimnasia revolucionaria o la propaganda por el hecho. Estos debates se daban muchas veces entre obreros y campesinos autodidactas, que debían afrontar largas jornadas de explotación, pero con la fuerza de voluntad de quienes necesitan cambiar la vida y lo ven posible.
Esas discusiones fueron creando distintos tipos de organizaciones de lucha y cada lucha que se daba traía experiencias, pero se pagaba caro. La historia previa a la Revolución española es un compendio de luchas, represiones cada vez más fuertes o efectivas y respuestas para volver a levantar la cabeza. Las huelgas fueron creciendo y el Estado y las patronales fueron acrecentando la represión.
Uno de los ejemplos más conocidos del proceso fue reflejado en el famoso discurso de García Oliver, donde habla de la formación de grupos de acción armada que pudieran defender al movimiento de los pistoleros a sueldo de las patronales o los ataques del Estado. “Nuestro grupo anarquista se formó el año 1923 en circunstancias muy aciagas para nuestro movimiento, muy tristes para toda la clase trabajadora. Dueños casi de la ciudad eran las bandas de pistoleros del Sindicato Libre que patrocinaba la patronal. Las hordas policíacas coadyuvaban a la obra de destrucción de nuestras organizaciones y de nuestros hombres. Había caído el coloso del anarcosindicalismo: Salvador Seguí. Habían caído viejos militantes (…)”
“Vivíamos y actuábamos disgregados, pero hicimos una elección: los mejores terroristas de la clase trabajadora, los que mejor podían devolver golpe por golpe. (…) Nos unimos y formamos un grupo anarquista, un grupo de acción, para luchar contra los pistoleros, contra la patronal y contra el gobierno.”
En 1927, se fundó la FAI (Federación Anarquista Ibérica) entre grupos anarquistas en España y Portugal, así como los grupos de anarquistas españoles exiliados. Fue un intento de fortalecer las posturas anarquistas dentro del movimiento obrero (con discusiones que llegan hasta el día de hoy en cuanto a la organización anarquista y el movimiento obrero). La FAI cumplirá un papel muy importante desde su fundación y durante la revolución.
Las condiciones materiales, la dictadura y la decepción con la democracia por parte del pueblo español dieron lugar a varias insurrecciones. Cada una merece ser contada y hay material de fácil acceso, pero podemos mencionarlas como parte de ese camino a fuerza de voluntad y organización que fue el preludio del 36.
En enero de 1932, los mineros de la colonia de San Cornelio iniciaron una huelga por condiciones de trabajo en las minas, derechos de reunión y de asociación. Rápidamente, la huelga se transformó en una insurrección (días antes, otras protestas pacíficas habían terminado con muertos en otras regiones, dando la razón a los que proponían la lucha insurreccional) que terminaría siendo vencida una semana después, con cientos de presos, locales y publicaciones prohibidas. En diciembre del mismo año, se produjo otro intento insurreccional y en diciembre de 1933, la “tercera insurrección de la CNT durante la segunda república”, en la cual varias ciudades fueron tomadas y se declaró el comunismo libertario, y luego de una semana fue derrotada con la intervención del ejército. El saldo fue el mismo que el de las anteriores.
Asturias en el 34 fue un poco distinta. Duró más tiempo y fue, si se quiere, más efectiva. Producto de un pacto entre distintas fuerzas sindicales de izquierda a nivel nacional y de la CNT solo en Asturias, la insurrección se declaró a nivel nacional, pero solo fue efectiva en esa región. En poco tiempo, los mineros tomaron el control y organizaron la vida diaria de acuerdo a su ideal (dictadura del proletariado, comunismo libertario, etc.). Dos semanas duró la “comuna asturiana”, pero dejó lecciones y experiencias que servirían en el 36.
Esto, que podría ser un resumen o repaso de lo prerrevolucionario, no tiene el rigor histórico (ni lo busca) de muchos libros escritos o documentales, en algunos casos realizados por los protagonistas (con discusiones y críticas). Simplemente lo utilizamos para intentar graficar de qué hablamos cuando se habla de Revolución o militancia (en nuestro caso, anarquista). El mundo sigue cambiando; parece quedar lejos la formación de grandes organizaciones obreras (si alguien las cree necesarias). Por más que no nos guste, hay procesos de la lucha que son a largo plazo, que la tarea militante es la de fortalecer el apoyo mutuo y la acción directa. De organizarse y mejorar en cada lucha, en cada revuelta. Que solo requiere nuestra voluntad.